Charles Darwin: Por debajo de la media
Fragmentos de la autobiografía de Charles Darwin.
Darwin recuerda en su autobiografía que le gustaba mucho recolectar
cosas desde que era muy pequeño: conchas, monedas, minerales, ... y que también se interesaba por la
variedad de las plantas. Un día le dijo a otro niño que podía producir varios tipos de flores de
colores distintos sólo con regarlas con ciertos fluídos coloreados, «lo
cual era una montruosa fábula, porque jamás lo había hecho».
«Tengo que confesar que cuando era pequeño tendía a inventar historias
falsas de forma deliberada, y siempre lo hacía para impresionar». Una vez recogió una buena cantidad de fruta de los árboles de su padre, la escondió, y después corrió a contar que había encontrado un
alijo de fruta robada.
«Debía ser bastante ingenuo cuando fui al colegio por primera vez. Un
niño llamado Garnett me llevó un día a una tienda y compró unas tartas,
que no pagó porque el dependiente se fiaba de él. Cuando salimos de la
tienda le pregunté por qué no había pagado los pasteles y él me
contestó inmediatamente "¿es que no sabes que mi tío dejó una gran suma
de dinero a la ciudad con la condición de que todos los comerciantes
ofreciesen gratis lo que les pidiera quien llevase su viejo sombrero y
lo moviese de una forma determinada?" Y me mostró cómo había que
moverlo. «Entonces entramos en otra tienda donde ocurrió lo mismo.
Movió el sombrero de la manera que había descrito y pidió algo pequeño
que se llevó sin pagar. Cuando salimos de la tienda me dijo: “Ahora si
quieres ir tú mismo a aquella tienda de pasteles, te prestaré mi
sombrero y así puedes coger lo que quieras si lo mueves de manera
adecuada sobre tu cabeza”. Acepté encantado aquella oferta tan
generosa. Entré y pedí varios pasteles, moví el viejo sombrero y, cuando me marchaba, el dependiente salió detrás de mí, se me cayeron los pasteles y corrí por mi vida; me sorprendí al ser recibido por mi falso amigo Garnett con grandes
carcajadas.
La escuela
«En el verano de 1818 fui a la
gran escuela del Dr. Butler en Shrewsbury y me quedé allí siete años,
hasta que cumplí los dieciséis. Me quedaba a dormir allí para
disfrutar de la gran ventaja de vivir como un auténtico
estudiante. Pero como la distancia a mi casa era poco más de una milla,
muy a menudo me iba corriendo en los largos intervalos entre el final
de las clases y el cierre de las puertas del colegio por la noche. Creo
que esto me resultó muy beneficioso porque mantuve la relación familiar.
Recuerdo que, en los primeros años de mi vida en la escuela, tenía que
correr mucho para llegar a tiempo, y lo lograba a menudo. Pero cuando
dudaba, rogaba a Dios para que me ayudara, y recuerdo bien que atribuía
mi éxito a los rezos y no a mi rápida marcha, y me maravillaba de cómo
siempre me ayudaba.
Paseos solitarios
«He oído a mi padre y a
mi hermana mayor decir que yo tenía cuando era muy joven una gran
afición por dar largos paseos solitarios; pero no sé en qué pensaba
mientras los daba. A menudo me quedaba absorto y una vez, mientras
volvía a la escuela por encima de una antigua fortificación que rodeaba
Shrewsbury, que había sido convertida en un sendero público sin
protección en uno de los lados, me salí del camino y me caí. La altura
era sólo de unos siete u ocho pies. Sin embargo, la cantidad de
pensamientos que pasaron por mi cabeza durante esta caída tan corta
pero tan repentina e inesperada fue asombrosa, y no parece compatible
con lo que los fisiólogos han demostrado, creo, sobre que cada
pensamiento requiere una apreciable cantidad de tiempo.
La escuela, una etapa en blanco
«Nada
pudo haber sido peor para el desarrollo de mi mente que la escuela del
Dr. Butler, ya que era estrictamente clásica, y no se explicaba nada
más que un poco de geografía antigua e historia. La escuela, como
educación para mi, fue simplemente una etapa en blanco. Durante toda mi
vida he sido totalmente incapaz de dominar ningún idioma. Se prestaba
especial atención a la composición de versos, pero nunca pude hacerlo
bien. (...)
«Se prestaba mucha atención a aprenderse de memoria
las lecciones del día anterior. Lo podía hacer con gran facilidad,
aprender cuarenta o cincuenta lineas de Virgilio y Homero mientras
estaba en la capilla por la mañana. Pero este ejercicio era
completamente inútil, porque olvidaba todos los versos al cabo de
cuarenta y ocho horas. (...)
«Cuando dejé la escuela, no estaba
ni por encima ni por debajo de la media. Creo que estaba considerado
por todos mis maestros y por mi padre un chico muy corriente, más bien
por debajo del nivel normal de inteligencia. Para mi gran pesar, mi
padre una vez me dijo: “No te preocupas nada más que de cazar, de los
perros, de perseguir ratas, y serás una vergüenza para ti mismo y para
tu familia”. Pero mi padre, que era el hombre más amable que he
conocido y cuyo recuerdo tengo en mi corazón, debía estar enfadado y
fue un poco injusto cuando utilizó esas palabras.
(...)
«Recordando cuanto puedo mi carácter durante la vida escolar, mis
únicas cualidades prometedoras eran unos gustos fuertes y diversos,
mucho entusiasmo por lo que me interesaba y sentía un gran placer al
comprender cualquier tema o cosa compleja. Un profesor particular me enseñó
a Euclides, y recuerdo claramente la intensa satisfacción que me daban las demostraciones de la geometría. Recuerdo, con igual nitidez, el
placer que me produjo mi tío [el padre de Francis Galton] al explicarme
los principios del barómetro Vernier. «Con respecto a mis gustos variados, aparte de la ciencia, era aficionado a leer varios libros, y
solía sentarme durante horas leyendo las obras históricas de
Shakespeare, generalmente en una vieja ventana en los gruesos muros de
la escuela. Leía también poesía, como las Estaciones de Thomson, y los
poemas recien publicados de Byron y Scott. Menciono esto porque más
tarde en mi vida perdí completamente, para mi pesar, todo el placer de
la poesía de cualquier tipo, incluyendo a Shakespeare.
«En mis
primeros días en la escuela, un chico tenía una copia de las Maravillas
del Mundo, que leía a menudo, y discutía con otros chicos sobre la
veracidad de algunas de sus afirmaciones, y creo que este libro me
produjo por primera vez el deseo de viajar a países remotos, que se
cumplió finalmente con el viaje del Beagle. «En la última parte de
mi vida escolar me convertí en un gran afincionado a disparar. No creo
que nadie más haya podido mostrar más entusiasmo por algo sagrado que
el que tenía yo por disparar a los pájaros. »
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Charles
Darwin (1809-1892). Científico británico creador de la teoría evolutiva
y del concepto de selección natural. Sus obras ejercieron una
influencia decisiva en las distintas disciplinas científicas y en el
pensamiento moderno en general. Su trabajo fue atacado intensamente en
su tiempo.
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