20.01.2007
Entrevista al Dr. Henry C. McGill. Southwest Foundation for Biomedical Research de San Antonio, Texas
La curación de la enfermedad cardiaca es gratis, pero hay que empezar en la infancia
Casi todos los adultos saben que una dieta rica en azúcar y grasas
combinada con malos hábitos, como hacer poco ejercicio físico o fumar,
es la causante de enfermedades como la diabetes o los infartos. Lo que
quizás no saben es que esos mismos malos hábitos empiezan a atascar las
arterias en los niños y sientan los cimientos para su mala salud en el
futuro. Este es el mensaje que quiere dar el doctor Henry C. McGill, investigador emérito de la Southwest Foundation for
Biomedical Research de San Antonio, que KINDSEIN entrevista en este
número.
El doctor McGill lleva más de dos décadas observando las arterias de personas de entre 15 y 34 años para medir la arteriosclerosis (el endurecimiento de las arterias). Los datos forman parte del estudio PDAY*, que comenzó en 1987.
KINDSEIN: ¿Cuáles son las conclusiones de el estudio PDAY?
McGill:
Lo que hemos visto tras décadas de estudio es que el inicio de la
arterosclerosis puede detectarse en niños de tan sólo 12 años. Y
sufren el infarto cuando tienen 40, 50, o 60 años, pero el comienzo del
depósito en las paredes de las arterias empieza muchos años antes,
cuando son niños.
K: ¿Hasta qué punto afecta el estilo de vida de los niños a la salud de su corazón cuando llegan a adultos?
McGill: Podríamos eliminar probablemente el 90% de los ataques al corazón si nos aseguráramos de que nuestros hijos comen bien y hacen ejercicio desde pequeños, en lugar de esperar a tratarles las enfermedades cuando aparecen décadas después como resultado directo de los malos hábitos alimentarios y la falta de ejercicio.
K: ¿Cómo podríamos lograr ese cambio?
McGill: Haría falta una "revolución cultural" para cambiar ciertas actitudes en el estilo de vida de los niños. La familia, la comunidad y el país entero deben proporcionar un entorno en el cual lo normal sea: la dieta sana, la actividad física y el no-tabaquismo, en lugar de los "tratamientos".
K: Parece un imposible.
McGill: Es posible, pero no ocurrirá de la noche a la mañana. Por ejemplo, mira lo que ha ocurrido con el tabaquismo. He observado un tremendo cambio en las actitudes hacia el tabaquismo y en la prevalencia desde que se hizo clara la evidencia, en los años 60 y 70, de que era el principal causante de cáncer de pulmón y de enfermedad crónica del pulmón (enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfisema), y de que contribuía a la enfermedad cardiaca. Casi 50 años después, el tabaquismo no se acepta socialmente y se han aprobado leyes que prohiben fumar en restaurantes, lugares de trabajo, etcétera. Incluso en Texas, se acaba de subir un dólar por paquete.
Sin embargo, la prevalencia del tabaquismo en Estados Unidos es todavía de alrededor del 20% en la población adulta y, desgraciadamente, también en los estudiantes del instituto. Así que todavía nos queda un camino por andar.
K: ¿Ocurrirá lo mismo con la obesidad infantil?
McGill: La obesidad ha llegado a proporciones de epidemia en los últimos 20 años en Estados Unidos, y también en Europa. Estamos empezando a ver el cambio de tendencia en la actitud frente a la obesidad, pero no se ha observado todavía un impacto en su prevalencia.
Algunas escuelas han comenzado a dar "notas" sobre obesidad. El antiguo presidente Bill Clinton ayudó a convencer a los fabricantes de refrescos (una fuente importante de calorías para los niños) para que sacaran sus máquinas expendedoras de las escuelas. Algunas cadenas de comida rápida han comenzado a ofrecer comida baja en calorías. Cambios como estos ilustran lo que quería decir con "revolución cultural".
K: ¿Cuáles son los obstáculos con los que nos encontraremos para llevar a cabo esa revolución cultural?
McGill: Hay muchos. Hay una gran desconfianza hacia el gobierno, particularmente cuando implica hábitos muy personales. No hay dinero en juego —no hay medicamentos, productos, etcétera— que estimulen el interés del sector privado. Las consecuencias están muy lejos de la actuación, a 30 o 40 años de la infancia y la adolescencia, cuando la gente joven cree que es inmortal. Por otro lado, los médicos están comprometidos con el tratamiento de las enfermedades, porque les pagan para eso. No les pagan para prevenir enfermedades.
K: ¿Cómo cree que se tendría que actuar para hacer las cosas bien?
McGill: Con educación, por supuesto, empezando por educar a los niños en aspectos de la salud. Y con educación continuada para los padres, a través de medios de comunicación, como su revista. Los vendedores de alimentos, las escuelas, los políticos, etcétera, responderán a la demanda pública. También habría que formar a los médicos en la facultad, en la residencia, y con programas de educación continuada para que por lo menos no desprecien los comportamientos saludables. Sin embargo, no les busque para las actividades educativas principales a menos que se las apañe para pagarles de alguna forma.
K: ¿Y cómo convencemos a los políticos?
McGill: Espera a que hagan algo sólo cuando el público se lo pida. Después de todo, la mayoría los elige y la mayoría obtiene y merece lo que ha votado.
K: No parece muy esperanzador.
McGill: No, si lo consideras globalmente. Tienes que considerar los problemas de uno en uno.
K: ¿Tiene algún consejo para las personas con niños a su cargo?
McGill: Si eres padre, no fumes. Come de forma saludable. Haz ejercicio. Da buen ejemplo. Si comes comida basura, fumas y dejas que tu cuerpo tenga sobrepeso, estás enseñando a tus hijos a hacer lo mismo. No cuesta nada cambiar esos hábitos.
K: Gracias por el mensaje Dr. McGill.
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*El estudio PDAY:
PDAY son las siglas de Pathobiological Determinants of Atherosclerosis in Youth (Determinantes patobiológicos de arteriosclerosis en jóvenes). Henry McGill, director del estudio, junto con investigadores de 13 instituciones estadounidenses iniciaron este ambicioso estudio en 1987. Recopilaron tejidos e información de 3.000 jóvenes de entre 15 y 34 años que habían fallecido por distintas causas y midieron la aterosclerosis de sus arterias.
Los resultados mostraron que, sin lugar a dudas, los riesgos de enfemedad coronaria están asociados con la progresión de la arterosclerosis desde la adolescencia. Tres estudios realizados con posterioridad en otros países —con jóvenes vivos a los que se les midió la arterosclerosis con rayos X— han confirmado los resultados del PDAY. Así, estos resultados indican que la prevención de la enfermedad coronaria en adultos debería comenzar con un control de los factores de riesgo en la adolescencia.