Con sólo 13 años, Samuel August Ericsson se enamoró perdidamente de Hanna de Hult, de nueve. Y, diecisiete años más tarde, en 1905, se casaron. Samuel era granjero, y Hanna se convirtió en la mujer del granjero, a pesar de que su ilusión era ser maestra. En julio de 1906, nació el primer hijo, Gunnar, y en 1907, la primera hija, Astrid Anna Emilia Ericsson, más conocida como Astrid Lindgren.
Foto: La familia de Astrid. Ella es la hija mayor.
Más tarde nacerían su hermana Stina (en 1911) y su hermana Ingegerd (en 1916). El mismo año que nació Stina, le regalaron a Astrid su primer libro: el calendario de Navidad de Blancanieves. «Tenía una pequeña Blancanieves en la portada, por Jenny Nyström, con pelo negro largo y un pequeño sombrero rojo», dijo Astrid. «Guardé ese libro y me lo aprendí hasta la última palabra».
El 7 de agosto de 1914, a los siete años, Astrid fue por primera vez al colegio, en Vimmerby. El párroco cogió la lista de los niños inscritos en la escuela y empezó a llamarlos en voz alta. Tenían que decir Sí al oír su nombre y ponerse de pie en fila en la tribuna de la clase. Algunos niños empezaban a llorar, y Astrid también lloró al oír su nombre. Pero el párroco le dijo que se sentara porque no hacía falta que se pusiera en la tribuna si iba a estar llorando.
«De repente, el llanto cesó», recordaba Astrid. «Había roto la barrera de la timidez y ahora quería estar con los demás. ¡No quería sentarme! Delante de mi había una niña con el pelo negro y un vestido rojo. Yo quería conocerla. Le di un pequeño empujón, y después otro más. Y luego otro. Y entonces se volvió bruscamente y me echo una mirada tan enfadada y amenazadora que pensé que me iba a caer al suelo. Pero de hecho nos sentamos juntas y nos hicimos buenas amigas. Se llamaba Märta».
Foto: Astrid es la niña que está de pie con la mano levantada.
La mayoría de cuentos de Astrid Lindgren están basados en alguna experiencia vivida en su niñez. Casi todos ocurren en una región de Suecia muy parecida a Småland y en pequeñas ciudades parecidas a la suya propia, Vimmerby. Cuando le preguntaban por qué su infancia había sido tan feliz, siempre lo achacaba a una combinación perfecta de juego y seguridad durante sus primeros años. Los hijos de Samuel y de Hanna tenían que trabajar en la granja en cuanto podían, pero también podían jugar todo lo que quisieran, con muy pocas restricciones. «Jugábamos tanto y tan salvajemente, que muchas veces nos preguntábamos por qué no nos matábamos jugando», dijo.
Un día de 1920, Astrid se dio cuenta de que ya era demasiado mayor para jugar. «Recuerdo lo terrible que fue cuando descubrí que no podía jugar más. Lo recuerdo claramente. Nosotros siempre solíamos jugar con la nieta del párroco cuando venía a Näs a pasar las vacaciones. Pero un día de verano, cuando vino e íbamos a jugar de la forma en la que lo habíamos hecho siempre, nos dimos cuenta de repente de que no podíamos jugar más. Simplemente, ya no era posible. Me sentí tonta y triste, porque ¿qué podíamos hacer si no jugábamos? Teníamos doce o trece años y la infancia se había acabado.»
En su edad adulta, llena de no pocos avatares, Astrid siempre recordó su infancia con gran nostalgia. «No fui tan feliz como Pippi. Mi infancia se detuvo y yo crecí».
Aquella niña nacida en una granja sueca se acabó convirtiendo en una
escritora de éxito mundial, querida por gentes de todo el planeta.
Astrid Lindgren en 1924.
Junto al Mundo de Astrid Lindgren, en Vimmerby, se encuentra el Centro de Astrid
Lindgren, que está abierto todo el año y que ofrece una visión más
amplia de la vida de esta gran mujer.