2007: El año de Astrid Lindgren
La mujer que nunca resistió la tentación de trepar a los árboles
Este año, Suecia está de fiesta. Y el mundo entero también. Se cumplen 100 años del nacimiento de Astrid Lindgren, una mujer extraordinaria que nunca olvidó a la niña que llevaba dentro y que no dejó de luchar por los derechos de los más pequeños. Escribió más de 100 obras que se han traducido a 86 idiomas. Aunque, sin duda, el personaje que le dio la fama fue Pippi Calzaslargas, una pelirroja de ocho años, intrépida e independiente que se atrevió a cuestionar el razonamiento de los adultos en una época (1945) en la que los niños, y sobre todo las niñas, sólo tenían la opción de obedecer. A lo largo de 2007, se recordará la vida y la obra de esta sueca que lo único que pidió para
su último cumpleaños fue: «Paz en el mundo y bonitos vestidos».
En realidad, el nombre de Pippi Calzaslargas fue inventado por su hija Karin. A los siete años, un día estaba enferma y aburrida en la cama y le dijo a su madre: «Cuéntame un cuento». «¿Sobre qué?».«Sobre Pippi Calzaslargas». Y así fue como Astrid empezó a inventarse la historia. Poco después la escribió y la envió al editor Gerard Bonnier, que ha pasado a la historia por haber rechazado uno de los cuentos más vendidos en todo el mundo. Bonnier estaba escandalizado: «¿Azúcar en el suelo y alboroto en el cuarto de los niños? No, no me atrevería a asumir esa responsabilidad», dijo.
Rabén & Sjögren, hoy la principal editorial de libros infantiles en Suecia, fue la que asumió la responsabilidad y publicó el libro en 1945. El éxito fue tan inmediato como el escándalo. Pippi irritó a padres y profesores. Hasta se insinuó
un hundimiento de los valores morales de la sociedad. Sin embargo, en general, la historia de Pippi recibió buenas críticas y dio un giro a la literatura infantil. Se convirtió en una heroína para
las niñas y en un referente del movimiento feminista en los años 70.
Las niñas de la época pasaban su tiempo haciendo bordados o peinando a sus muñecas. Pippi, en cambio, vivía sola, tenía su maletín lleno de monedas de oro, y se iba a dormir cuando quería. Desayunaba tarta de nata, en la que hundía la cara, si le apetecía, y cuidaba de un caballo y un mono. Además era capaz de derribar al hombre más fuerte del mundo. Lo que nunca haría Pippi es esperar a que apareciera su príncipe azul montado en un caballo blanco. Ella tenía el suyo propio.
Astrid contó en una entrevista que en Francia, en 1962, eliminaron la escena en la que Pippi mete la cara en el pastel, y tampoco aceptaron que fuese tan fuerte como para levantar a un caballo. «Me propusieron que en lugar de un caballo levantara un pony. Yo les dije que accedería a su propuesta si me enviaban una fotografía con una niña francesa levantando un pony».
Han pasado 60 años, y la historia sigue siendo tan fresca como el primer día. El libro se ha traducido a más de 60 idiomas, desde el árabe hasta el zulú, y se ha plasmado en series de televisión, cómics y dibujos animados. Y muchos se preguntan cómo es posible que una niña nacida en los bosques de Smaland haya hecho reír con su fantasía a niños de Tailandia, Polonia o Azerbaiyán. La respuesta es bastante simple, contestan en la página oficial del Premio en Memoria de Astrid Lindgren: «Una buena historia es una buena historia en cualquier parte».
Pippi salvó de la bancarrota a Rabén& Sjögren. Y Astrid Lindgren entró a trabajar como editora infantil, a tiempo parcial, en 1947. Hasta ese momento, ser escritor de libros infantiles se había considerado un oficio de baja categoría, pero las cosas empezaron a cambiar.
Astrid pasó 25 años apoyando y estimulando a jóvenes escritores. En ésa época surgieron Lennart Helsing, Tove Jansson, Åke Holmberg y Gösta Knutsson, reconocidas figuras de la literatura infantil escandinava. Ayudó a renovar la industria de la literatura para niños y se convirtió en una escritora querida en todo el mundo.
Actualmente, hay dos premios literarios que se otorgan en su honor:
—el Premio Astrid Lindgren, de caracter nacional, que entrega la editorial Rabén& Sjögren
—el Premio en Memoria de Astrid Lindgren, que se creó a su muerte, en 2002, y que es otorgado por el gobierno de Suecia, de modo anual, a un autor de literatura infantil y juvenil, a un ilustrador o a un promotor de la lectura, de cualquier país del mundo. Está dotado con una suma de unos 550.000 euros.
Astrid siempre dijo que no pretendía aleccionar ni influir a los niños que leen sus historias. «Todo lo que puedo esperar es que puedan contribuir a inculcar amabilidad humana y una mirada democrática en quienes las lean». Decía que siempre escribía para la niña que llevaba dentro, para divertirla. Nunca se olvidó de lo maravilloso, pero también difícil que es ser niño.
Una vez una mujer se acercó a Astrid Lindgren y le dio una pequeña nota que decía: «Gracias por alegrar una infancia triste». Cada vez que lo recordaba, Astrid decía: «Eso es suficiente para mí. Si he sido capaz de iluminar una sola infancia triste, estoy satisfecha».
Otros artículos relacionados: —Más información sobre el centenario de Astrid Lindgren. —La infancia de Astrid Lindgren. —El Premio en Memoria de Astrid Lindgren.
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«A menudo la gente me pregunta si me
inspiro en mis propios hijos y nietos. Sólo puedo responder que ningún
niño me inspira excepto la niña que fui una vez. No es en absoluto
necesario tener hijos propios para ser capaz de escribir libros para
niños. Todo lo que necesitas es haber sido niño alguna vez». —Astrid Lindgren (1907-2002)
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