Tras la sensación de asco hay algo más que las ganas de perder de vista un plato. Es una respuesta ancestral que protegió a nuestras antepasadas embarazadas.
«Esa emoción permitió a
nuestros ancestros sobrevivir lo suficiente para tener descendencia, y
sucesivamente pasó hasta nosotros», dijo Dan Fessler, profesor asociado
de antropología y director del Centro de Comportamiento, Evolución y
Cultura de UCLA.
Fessler
ha diseñado una serie de ingeniosos experimentos que han servido para
averiguar de qué manera el asco protegió a nuestros antepasados durante
situaciones biológicamente precarias como el embarazo. Los estudios
también ilustran que el asco no nos sirve tanto hoy y que, de hecho,
favorece la xenofobia, los prejuicios sexuales y toda una serie de
reacciones irracionales.
Durante
los primeros meses de embarazo, la infusión de hormonas aplaca al sistema inmune
para evitar que ataque el material genético "extraño" que está
empezando a tomar forma en el vientre materno. Como las consecuencias
de una infección pueden ser muy graves para el feto, Fessler cree que
la selección natural ha armado a las mujeres embarazadas con una
respuesta emocional que les ayuda a compensar esa supresión del sistema
inmune.
Fessler reunió a 496 embarazadas
de entre 18 y 50 años y les pidió consideraran 32 escenarios
nauseabundos, que incluían "un hombre de 30 años que quiere relaciones
sexuales con mujeres de 80", "caminar descalzos sobre el cemento y
pisar un gusano", "alguien clavándose accidentalmente un anzuelo en el
dedo" o "gusanos en la carne en un cubo de basura".
Fessler
descubrió que la sensación de asco era mayor en las embarazadas en su
primer trimestre que en las que estaban en el segundo o tercero. Y en
las mujeres que tenían náuseas matutinas, el asco aparecía sólo con
escenarios de comida, como el ejemplo de la carne con gusanos.
Para
probar la teoría de la xenofobia, se entrevistó a 206 americanas
embarazadas sanas de entre 18 y 42 años. Se les pidió que leyeran dos
ensayos, uno de ellos escrito por un extranjero crítico de los Estados
Unidos y el otro por un ciudadano patriota americano. Después, se les
preguntó a cuál les gustaría conocer y trabajar con él. Las embarazadas del primer trimestre eran las menos interesadas en conocer al extranjero. Fessler deduce de esto que la
única explicación es que consideren a los de fuera como portadores de
enfermedades e infección.
En otro estudio de Fessler, las
mujeres también mostraron más asco —durante la parte del ciclo
menstrual en el que son más fértiles— ante ciertos comportamientos
sexuales inusuales. «Son actividades sexuales que no servirían para
concebir o que no darían lugar a niños sanos (en el caso de incesto o
sexo con personas mayores), de manera que las mujeres que sintieron más
asco hacia ellas durante la ovulación tendrían más probabilidades de
reproducirse y tener niños sanos», concluyó Fessler.
Estos hallazgos se presentaron el 30 de marzo en la conferencia "Seven
Dimensions of Emotion: Integrating Biological, Clinical and Cultural
Perspectives on Fear, Disgust, Love, Grief, Anger, Empathy and Hope", celebrada en UCLA sobre nuevos estudios de las emociones.