Abril de 2007, nº 19

Entre el bisturí y la pared

A la pequeña Sonia le presentaban a su madre cada mes de septiembre, justo antes de empezar el colegio. Cada principio de agosto se despedía de ella, mamá va a ponerse guapa, cariño, pero si ya eres muy guapa, mamá, pero más guapa, cariño, y reaparecía en septiembre con algo distinto en su aspecto.

Primero fueron los pechos, más voluminosos y redondos, no son para ti, mi amor, son para gustarle más a papá, ¿a él no le darás el bibi como a mi, mami? Y en los años siguientes fueron la nariz, los labios, la barriguita, los dientes, las cejas, las mejillas, el culito y una cinturita imposible cuando se emperró en enmendarle la plana a la evolución y regresó a casa con un par de pares de costillas de menos.
El bamboleo musical de las caderas de mamá andando hacía cada día más invisible a Sonia que dejó de querer salir a la calle con ella. Mi padre dice que tu madre cuando camina da los pasos con lengua, tu padre es imbécil, sí, eso mismo le dijo mi madre. A Sonia, con el paso del tiempo, el modelo de su madre le resultaba cada vez más inalcanzable. Con el paso del tiempo se vio acorralada entre el bisturí y la pared.
Mamá, si apruebo la E.S.O. con buenas notas, ¿podré operarme los pechos como regalo?
“Extreme Makeover Televisión show”, de la ABC, llega a España de la mano de Antena 3, que ha titulado al programa “Cambio Radical”. Telecinco también se apunta a los reality show donde todo el mundo, niños y niñas incluidos, pueden ver como transforman el aspecto de una persona, generalmente mujeres, con todo lujo de detalles, y con un lenguaje comercial, agresivo y manipulador, donde no reparan en hablar, por ejemplo, de “una adolescente fea y acomplejada” transformada en “una feliz y despampanante top model”.
La moda de vender en televisión a machamartillo el quirófano como una puerta a la felicidad pondrá, en los próximos años, a más de un adolescente entre el bisturí y la pared. Y, la verdad, viendo que los índices de audiencia de este tipo de programas no dejan de crecer con tantísima complacencia universal, ya no sabe uno si echar su cuarto a espadas y advertir del peligro que estas modas pueden suponer para el normal desarrollo de la autoestima de los niños o si acudir sin miramientos al Mercado de Valores y vender el alma por un puñado de acciones.