Los productos educativos para bebés y niños pequeños, tipo Baby Einstein, empezaron a aparecer en el mercado a finales de los años 90, y ya cuentan con sofisticados productos multimedia que se etiquetan como "educativos". Tienen un éxito tremendo, pero los especialistas se preguntan si realmente sirven para algo.
Un estudio que hizo público la semana pasada la Kaiser Family Foundation
revela que el mercado avanza mucho más que la investigación. No se sabe prácticamente nada de cuál es
el efecto de estos productos en los niños, y no hay casi ninguna
investigación que apoye la idea de que realmente son "educativos" en los menores de dos años. Sí la hay, sin embargo, de que la televisión
educativa, tipo Barrio Sésamo, puede enseñar a los niños de entre 3 y 5 años a aprender
vocabulario y conceptos numéricos.
En 1999, la Academia Americana de Pediatría recomendó que no se
expusiera a los menores de dos años a ningún tipo de pantalla. Empezaba
a crecer la preocupación de que los ordenadores y la televisión suplantaran la
interacción humana, crucial para el desarrollo cerebral de los primeros
dos años del bebé. Pero, según la Fundación Kaiser, los padres han hecho caso omiso de estas
recomendaciones, porque los niños de entre 6
meses y 3 años pasan una media de una hora al día viendo la tele y una
media de 47 minutos al día jugando con el ordenador o con videojuegos.
«Los padres de esta generación crecieron pensando que la tecnología es
algo positivo, así que si ven a sus hijos felices, ocupados en algo que
ocurre en la pantalla, les resulta muy seductor. Pero un grupo de niños
inventando una historia juntos es una experiencia educativa mucho más
enriquecedora que arrastrar cosas por la pantalla para crearla. Los
niños aprenden mejor en el contexto de las relaciones», aseguró a The New
York Times Claire Lerner, una experta en desarrollo infantil de Zero to
Three, una agrupación sin ánimo de lucro que tiene un web con amplia
información sobre este tema.