2.05.2007

Pistoleros en las aulas

Cho Seung Hui, el último de una larga lista

Ésta es la cronología de algunos de los ataques perpetrados por jóvenes en centros de estudios de Estados Unidos.

1966.

Charles Whitman, un ex marine y estudiante de la Universidad de Austin (Texas), se subió a la torre del campus y con un fusil de mira telescópica mató a trece personas e hirió a 31. La noche anterior, había asesinado a su esposa y a su madre. Dejó una nota, antes de suicidarse, que decía:

I don't quite understand what it is that compels me to type this letter. Perhaps it is to leave some vague reason for the actions I have recently performed. I don't really understand myself these days. I am supposed to be an average reasonable and intelligent young man. However, lately (I can't recall when it started) I have been a victim of many unusual and rational thoughts. [No comprendo por qué escribo esta nota. Quizás es para dejar alguna vaga razón de las acciones que he llevado a cabo recientemente. No me comprendo muy bien estos días. Se supone que soy un joven normal, razonable e inteligente. Sin embargo, últimamente (no puedo recordar cuándo comenzó) he sido víctima de pensamientos inusuales e irracionales.]

Después de matar a su madre, continuó la nota a mano: To Whom It May Concern: I have just taken my mother's life. I am very upset over having done it. However, I feel that if there is a heaven she is definitely there now...I am truly sorry...Let there be no doubt in your mind that I loved this woman with all my heart. (A quién pueda interesar: acabo de terminar con la vida de mi madre. Estoy muy triste por haberlo hecho. Sin embargo, creo que si hay un cielo ella está con seguridad en él... Lo siento de verdad.... Que no os quede la menor duda de que yo quería a esta mujer con todo mi corazón).

En otra nota, después de matar a su mujer mientras dormía, decía: I imagine it appears that I brutally killed both of my loved ones. I was only trying to do a quick thorough job...If my life insurance policy is valid please pay off my debts...donate the rest anonymously to a mental health foundation. Maybe research can prevent further tragedies of this type. [Supongo que parece que he matado brutalmente a mis dos seres queridos. Sólo estaba tratando de hacer el trabajo rápidamente... Si mi seguro de vida es válido, por favor, pagad mis deudas y donar el resto de forma anónima a una fundación de salud mental. Quizás la investigación ayude a prevenir más tragedias de este tipo].

Escribió algunas notas más a sus hermanos y padre y dejó instrucciones para que revelaran dos carretes de fotos y para que le dieran su perrito Schocie a sus suegros.

Una autopsia de Whitman reveló que tenía un tumor cerebral, y se especuló que pudo haber sido la causa de sus actos, aunque es algo que nunca se podrá saber.


1979.

Brenda Spencer, de17 años, recibió un rifle como regalo de Navidad de su padre y lo utilizó en la escuela elemental que había enfrente de su casa, en San Diego, California. Hirió a ocho niños y un policía, y dos hombres perdieron la vida al proteger a los pequeños. Más tarde, cuando le preguntaron a Brenda por qué lo hizo,dijo: «No me gustan los lunes». En esa frase se inspiraron más tarde The Boomtown Rats para hacer una canción que fue un éxito en 1979.


Brenda, de 44 años, sigue en la cárcel. En 2001, declaró que se siente en parte responsable de cada uno de los tiroteos que ocurren en las escuelas. «¿Y si se inspiraron en lo que yo hice?», dijo.

1987.

Nathan Ferris, de 12 años, era un estudiante destacado en Missouri, pero todo el mundo se burlaba de él por su sobrepeso. Trajo una pistola al colegio y cuando un estudiante se burló de él, le mató. Había advertido a algunos compañeros de sus planes, pero no le hicieron caso.


1996.

Barry Loukaitis, un estudiante de instituto de Moses Lake, Washington, entró un día en su clase de álgebra con un rifle escondido bajo su abrigo. Apuntó a un compañero sentado cerca de la puerta y apretó el gatillo. En los siguientes 15 minutos, disparó a otros dos alumnos y al profesor. Sólo uno de ellos sobrevivió. Según los estudiantes y profesores, Barry había sido víctima de continuas burlas por parte de sus compañeros. Los otros alumnos le describían como una persona tímida, solitaria, y que tenía muy pocos amigos. Decían que las burlas eran porque tenía los pies muy grandes, era desgarbado, muy "empollón" y llevaba ropa del oeste.


1997.

Evan Ramsey, de 16 años, fue con un arma al instituto Bethel de Alaska, donde solían llamarle «retrasado» y «subnormal». Mató a un chaval con el que había discutido e hirió a dos estudiantes. Después, se dirigió a la administración de la escuela y disparó al director, Ron Edwards. Dos compañeros de Ramsey, que habían discutido el plan con él, fueron arrestados como cómplices. Ramsey fue juzgado como un adulto y recibió dos sentencias de 100 años de cárcel. El jóven no sólo era objeto de burlas por sus compañeros, sino que también tenía un historial de maltrato en casa.


1997.

Luke Woodham, de 16 años, sufría el acoso y las burlas de sus compañeros en Pearl, Mississipi. Cuando su novia le dejó, entró en cólera. Apuñaló a su madre la mañana del 1 de octubre, y se llevó al colegio un rifle y una pistola. Mató a su ex novia y a otra chica. Y no paró ahí. Hirió a otros siete alumnos antes de quedarse sin municiones. Volvió al coche a por más, y fue detenido por el subdirector. Woodham explicó que el mundo había sido injusto con él, que no podía aguantar más. «Maté porque la gente como yo es maltratada cada día», dijo. «He hecho esto para mostrar a la sociedad: abusad de nosotros y contestaremos». En el juicio, declaró que había sido poseído por los demonios que eran manipulados por un miembro de su grupo.


1998.

A Andrew J. Wurst, de 14 años, le gustaba amenazar a otras personas y después reírse de la broma. Pero un día se llevó una pistola al baile de graduación en Edinboro, Pennsylvania, y provocó de todo menos risas. Mató a uno de los profesores más queridos por los alumnos. Después, siguió disparando a la gente, hiriendo a otro profesor y a dos alumnos, antes de salir corriendo. Le siguieron y le capturaron. Cuando le llevaban a la policía, Andrew actuaba como si todo fuese una gran broma.



1999.

Eric David Harris, de 18, y Dylan Bennet Klebold, de 17 años, eran alumnos senior del instituto Columbine, en Jefferson County, Colorado, Estados Unidos, y fueron autores de una masacre que acabó con la vida de 12 alumnos y un profesor. Estaban obsesionados por los videojuegos violentos y por las técnicas paramilitares. Pasaron un año recopilando armas semiautomáticas y bombas caseras para perpetrar un crimen que nunca se olvidaría. Sus compañeros solían burlarse de ellos porque vestían unos largos abrigos negros. Decidieron acabar con su vida, pero antes matar a cuantos más alumnos mejor y volar la escuela.

El día antes del ataque, enviaron un aviso a la policía local en el que declaraban que se habían vengado ya de aquellos que les ridiculizaban. Culpaban a los maestros y a los padres por convertir a los niños en ovejas intolerantes, y después anunciaban su propio suicidio. A las 11:30 del 20 de abril entraron a la escuela corriendo y gritando. Escondían armas y bombas bajo sus abrigos. Cuando llegaron a la biblioteca, mataron al mayor número de personas. La policía contó 34 heridos. Quince personas murieron en el ataque, incluidos ellos mismos.

Según el diario de Harris, lo habían planeado todo meticulosamente durante más de un año. La masacre de Columbine no acabó ahí. La madre de una de las víctimas entró en una tienda de armas y se pegó un tiro en la cabeza. Y un chaval de 17 años acabó en la cárcel después de amenazar con «acabar el trabajo». De hecho, se oyeron propuestas semejantes que obligaron a cerrar institutos de varios estados.

Muchos niños llamaban con amenazas de bomba, vestían abrigos negros y escribían en Internet para alabar lo que Klebold y Harris habían hecho. Ocurrieron varios incidentes en los que niños de 13 o 14 años aparecían con armas en sus colegios amenazando con repetir la masacre de Columbine. Después, pasó un año de tranquilidad. Pero, en febrero de 2001, arrestaron a tres estudiantes, admiradores de Harris y Klebold, que planeaban un ataque a su instituto. En sus casas, se encontró material para hacer bombas, planos de la escuela, municiones, rifles,... También tenían abrigos negros.

El ataque de Columbine no estaba pensado en principio como unos disparos, sino como un estallido de bombas a gran escala. Si no les hubiese salido mal el cableado de los temporizadores, las bombas de propano que pusieron en la cafetería podrían haber matado a 600 personas, según Dave Cullen, que prepara un libro sobre los asesinos de Columbine.

2001.

En marzo de 2001, en Santee, California, un chico de 15 años llamado Charles Andrew Williams abrió fuego en el instituto Santana y mató a dos personas e hirió a 13. Le juzgaron como a un adulto y le condenaron a 50 años de prisión. Su madre dijo llorando en una entrevista: «Está perdido. Su futuro ha desaparecido». En realidad, Andy estaba perdido desde hacía tiempo. A su madre no la veía nunca. Desde que sus padres se separaron, su hermano se había ido con su madre y él se quedó con el padre. Sus compañeros de clase se burlaban constantemente de él. Y trataba sin éxito de encajar en el ambiente al que le había llevado su padre después del divorcio.

El padre de Andrew guardaba armas en casa. Un día, el joven se llevó una y la escondió entre unos matorrales. Empezó a decir que iba a reproducir lo de Columbine en Santana, y sus amigos le llamaban «gatito» y le desafiaban a que lo hiciera. A las 9:20 de la mañana entró con un revólver en el baño de los chicos y se puso a disparar. Seis minutos de disparos.

Los profesores y padres se preguntaban cómo un chaval con cara de niño, como William, se había podido convertir en unos minutos en un pistolero impávido que sonreía con satisfacción. «Hay mucho odio por aquí», dijo a TIME Gentry Robler una estudiante de 16 años de Santana High. Gentry ennumeró los clichés de la escuela: los góticos, los freaks, los gánsters mexicanos, los nerds,...


2000.

En el año 2000 ocurrió el tiroteo menos intencionado de todos y con los protagonistas más jóvenes. Dedrick Owens, de seis años, mató a una niña llamada Kayla Rolland de su clase de misma clase, en una escuela de Michigan. El padre de Dedrick estaba en la cárcel por violar la condicional. Dedrick encontró un arma en la casa de su tío y se la llevó al colegio. Dedrick apuntó a la pequeña Kayla y le gritó: «No me gustas». «¿Y qué?», le contestó Kayla. Y luego le disparó en el cuello. Trataron de convertirlo en un incidente racial: Dedrick es negro y Kayla era blanca.

Como no podían procesarle, por la edad, la policía vigiló muy de cerca a los adultos que había a su alrededor. Jamelle James, que guardaba la pistola en una caja de zapatos, pasó dos años y medio en la cárcel. Los adultos que rodean a Dedrick se han pasado los últimos años saliendo y entrando de los juzgados.

La escuela cerró, porque los padres se llevaron a los niños a otros colegios. En cuanto a Verónica McQueen, madre de Kayla, en el 2003 le retiraron la custodia de sus otros dos hijos proque el juez consideró que no protegió a su hija adolescente de los acosos de su marido. En el 2005, pidió el divorcio.

Tamara Owens, madre de Dedrick, también perdió la custodia de sus hijos y pidió el divorcio de su marido, que pasó cuatro años en prisión por robar drogas. Dedrick tiene ahora 14 años.

2007

Una vez más, el acoso escolar parece haber sido el detonante de otra masacre. Cho Seung Hui apenas abría la boca en clase, pero cuando lo hizo sus compañeros de clase se rieron de él y le dijeron: «Vuelve a China». El pasado 16 de abril, unos días antes del 8º aniversario de la masacre de Columbine, Cho mató a 32 personas, incluido él mismo, de su Universidad, Virginia Tech. Entre las dos primeras víctimas y los restantes 30 transcurrieron dos horas, en las que se entretuvo en enviar un vídeo a la cadena de televisión americana NBC. En ese vídeo, Cho se refiere a Klebold y Harris, los autores de la masacre de Columbine, como dos "mártires". Dice a la cámara: Me arriconásteis y sólo me de dísteis una opción. La decisión fue vuestra. Ahora tenéis sangre en vuestras manos que jamás se podrá limpiar [You forced me into a corner and gave me only one option. The decision was yours. Now you have blood on your hands that will never wash off]. Cho se equiparó a Jesucristo: «para inspirar a generaciones de personas débiles e indefensas.


En las últimas semanas, especialistas de todos los ámbitos tratan de encontrar una explicación a la actuación de este joven, que llegó con su familia a Estados Unidos desde Corea del Sur a los ocho años. Pero es imposible hacer el diagnóstico de un cadáver.

Tanto su familia, como sus compañeros de habitación, de clase, o sus profesores han admitido que necesitaba ayuda y han reconocido que había sido acosado y que, según sus escritos, estaba enfadado. Algunos alumnos habían dejado de ir a clase porque les hacía sentir incómodos. Jessie Klein, profesora de sociología y criminología de la Adelphi University, escribe: «La respuesta general no fue ayudar a Cho a mejorar sus relaciones con otras personas, ni hubo esfuerzos para resolver problemas más importantes en su comunidad que, como en las escuelas a lo largo de Estados Unidos, mantienen e incluso estimulan la cultura del acoso».