Noviembre de 2007, nº 25
Encantada: un cuento de hadas en Manhattan
Es una disparatada comedia que da un toque moderno a los cuentos de Disney.
Vitus o la infancia prodigiosa
En el prefacio de "El Principito" dice: "Todos los adultos fueron niños alguna vez, pero pocos lo recuerdan". Y los padres de Vitus no son una excepción.
Mentes críticas e inconformistas
Tiene 21 años, habla ocho idiomas, tiene tres carreras universitarias y acaba de publicar su primer libro "Mentes maravillosas que cambiaron la humanidad".
KINDSEIN: Te hiciste famoso por tus apariciones en el programa de Crónicas Marcianas. ¿Por qué crees que te llamó Xavier Sardá? ¿Es una atracción un niño con conocimientos de persona mayor?
CARLOS BLANCO: Comprendo que mucha gente piense que el “quid” de la cuestión era el interés suscitado porque un niño hablase sobre temas tan diversos en un programa de gran audiencia, pero siempre diré que me sentí muy respetado, tanto por Javier Sardá como por el público. Algunos me dicen que mis apariciones les animaban a leer más y a documentarse más. Además, me dio la oportunidad de conocer a mucha gente. Siempre la recordaré como una de las mejores etapas de mi vida, porque
descubrí que podía hacer una gran labor en el ámbito de la
comunicación. Fui enormemente feliz.
KINDSEIN: ¿Recuerdas alguna anécdota?
CARLOS BLANCO: La primera vez que fui (en principio iba para un programa, pero luego me quedé un año y medio), dentro del plató, reconocí enseguida cuál era mi cámara, lo que le causó cierta sorpresa a Javier, porque él no me lo había explicado.
KINDSEIN: ¿Cuándo te detectaron las altas capacidades?
CARLOS BLANCO: A los 6 años, un profesor de inglés que tenía en una academia le sugirió a mi madre que me hiciesen pruebas de inteligencia. Finalmente, esto ocurrió en cuarto de primaria, y efectivamente se detectaron altas capacidades, pero se prefirió que continuase en el mismo colegio, uno público que había muy cerca de mi casa en Coslada.
KINDSEIN: Cuéntanos algo de tu vida escolar. ¿Qué recuerdos guardas de esos años?
CARLOS BLANCO: Mis recuerdos del colegio son contradictorios. Por una parte, soy consciente de que tuve momentos de inmensa felicidad, con grandes amigos, y con ciertos profesores que confiaban mucho en mí y que incluso me dieron la posibilidad de dar una serie de "mini-conferencias" a alumnos de cursos superiores sobre historia del antiguo Egipto.
Pero, por otra parte, me sentía algo frustrado, porque los temas que a mí me interesaban no eran los mismos que los de mis compañeros. Estudiábamos cosas que yo ya había leído o que me resultaban fáciles, y yo tenía una enorme voracidad intelectual: quería aprender mucho y llegar cuanto antes a las fuentes del conocimiento, sin tener que depender de profesores, cursos, currículos académicos...
Recuerdo que cuando llegué a la escuela yo ya sabía leer, y en lugar de jugar con los otros niños, en el recreo me gustaba pasear solo. Tenía fama de estudioso y de alumno muy aplicado.
KINDSEIN: ¿Qué tal era tu relación con tus compañeros de clase?
CARLOS BLANCO: A veces hubo tensiones con otros compañeros que se quejaban de que hiciese preguntas "raras" a los profesores durante la clase. Por ello, poco a poco fui encerrándome en mi "mundo": mis libros, mi habitación, la biblioteca Margarita Nelken de Coslada (donde me dieron acceso a la sección de mayores de 15 años aún sin tener la edad)... No jugaba con los demás niños, porque el deporte me parecía una pérdida de tiempo. Era lo que hacían todos y yo quería marcar mi identidad.
KINDSEIN: ¿Consideras que atendieron bien tus necesidades educativas en la escuela?
CARLOS BLANCO: He de reconocer que he sido muy afortunado. Me adelantaron de curso, pude ir de oyente a la universidad a los 15 años, en Inglaterra me dieron una beca para ir a un colegio en Londres donde pude estudiar, entre otras cosas, el ruso, el chino y el griego... Creo que he tenido la suerte de disfrutar de una magnífica potenciación intelectual, y lo que me gustaría es que todos los niños y niñas que desde muy pronto dan muestras de un ansia de aprendizaje excepcional recibiesen el mismo trato y dispusiesen de las mismas facilidades.
KINDSEIN: ¿Cómo crees que se debería plantear la educación de un niño con altas capacidades?
CARLOS BLANCO: No soy pedagogo, pero estoy convencido de que podrían integrarse diversidad e igualdad, por ejemplo, facilitando la flexibilización del período escolar, actividades extraescolares, currículos propios para los niños que muestren mayor facilidad de aprendizaje, etc.
Inculcando una “conciencia social” en todos, no hay por qué temer la diferencia ni obligar a todos a pasar exactamente por las mismas etapas y en los mismos tiempos. Y no es incompatible ayudar a los que educativamente se quedan atrás con la potenciación de los que manifiestan una mayor capacidad intelectual, justamente porque esa mayor capacidad debe servir, en un futuro, para bien de la sociedad.
Y, sobre todo, es muy importante respetar la iniciativa de cada niño o niña. Personalmente, siempre he agradecido el apoyo, el estímulo y la potenciación académica. Pero, en el fondo, como más he disfrutado, como más feliz me he sentido y como más he aprendido, es cuando he tenido posibilidad de leer por mi cuenta, de acudir yo mismo a las fuentes, de diseñar mi propio currículo.
Creo que en toda persona con inquietud intelectual y con ganas de aprender, especialmente en los niños de altas capacidades, es fundamental respetar su esfera de libertad y de intereses. Si no, correríamos el riesgo de pasar de un extremo a otro: de una escuela que hace poco o nada, a una escuela que lo tiene todo tan planificado que acaba agobiando incluso al niño de altas capacidades.
KINDSEIN: ¿Por qué crees que asusta tanto la inteligencia?
CARLOS BLANCO: Lo extraño siempre produce una particular mezcla de admiración y de recelo, en todos los ámbitos (físico, intelectual…). Por un lado, nos fascina la inteligencia, y queremos que nuestros líderes sean los más inteligentes o al menos estén bien preparados. Admiramos los logros de la Ciencia y los relatos de los buenos escritores. Pero, por otra parte, cuando conocemos a una persona inteligente de primera mano, siempre suscita un cierto misterio, incluso envidia, porque pensamos: ¿por qué él o ella y no yo? Y es cierto: ¿por qué la naturaleza ha dotado a unos con un mayor talento o una mayor capacidad de aprendizaje? No lo sé, pero lo importante es que quienes posean ese talento o esa capacidad lo usen para el bien de todos.
KINDSEIN: ¿Para qué sirve tener un coeficiente intelectual alto? ¿Crees que te abre alguna puerta?
CARLOS BLANCO: Justamente en el último capítulo de mi libro me planteo el tema del IQ. Yo creo que es un dato a tener en cuenta, pero que, en el fondo, la inteligencia desborda los límites cuantitativos. Un IQ sirve de orientación, pero hay que tener en cuenta que hace promedio de dimensiones distintas de la inteligencia, y que puede haber alguien que destaque mucho en el razonamiento lógico-matemático y poco en la expresión verbal, y por eso su IQ promedio no sea excesivamente alto.
La inteligencia es mucho más amplia, abarca más, y si existe una medida, ésta la dan los logros reales de la persona, por ejemplo, sus contribuciones al progreso del conocimiento. Por eso, creo que es un error centrarse casi obsesivamente el IQ a la hora de caracterizar a una persona. Las cifras ejercen a la vez fascinación y temor, y por eso el IQ puede ser una mala carta de presentación, porque puede asustar o a alejar a ciertas personas.
KINDSEIN: Schopenhauer dijo: «Es evidente que los sabios de todos los tiempos siempre han dicho lo mismo, y que los tontos, es decir, la inmensa mayoría de todos los tiempos, siempre hicieron lo propio, esto es, lo contrario de lo que los sabios dijeron. Por eso dice Voltaire: “Dejaremos este mundo tan necio y tan malvado como lo encontramos al llegar.”» ¿Qué opinas tú? ¿Eres tan pesimista como Schopenhauer? ¿Crees que mejoramos, o sólo unas pocas mentes maravillosas como las que citas en tu libro lo pueden lograr? ¿No crees que repetimos una y otra vez los mismos errores y que no aprendemos de ellos?
CARLOS BLANCO: Yo creo que el ser humano es capaz de progresar y de superarse. Volvemos a tropezar con la misma piedra, es cierto, pero ponemos nuevas piedras, creamos nuevos inventos, escribimos nuevos libros, descubrimos más sobre el funcionamiento de la naturaleza, alcanzamos una perspectiva más global que en los siglos anteriores…
Las mentes maravillosas han surgido en prácticamente todas las épocas. Siempre ha habido, de una u otra forma, espacio para la novedad, la innovación y la originalidad. Es triste que sigamos recurriendo a la violencia, a la guerra y a la explotación, pero no podemos negar que, por ejemplo, el grado de concienciación pública sobre determinadas cuestiones es mucho mayor hoy que antes. Esto es progresar. Convivimos con esa vuelta atrás y ese paso, pero prefiero creer que acaba venciendo el paso adelante.
KINSEIN: ¿Qué tienen en común las personas de las que hablas en tu libro? ¿La inteligencia? ¿O no hace falta ser inteligente para tener una mente maravillosa?
CARLOS BLANCO: Eran personas muy inteligentes, pero lo que quiero dar a entender es que la inteligencia no configura, necesariamente, una mente maravillosa, porque las mentes maravillosas son aquéllas que han sabido mirar más allá de la óptica que predominaba en su tiempo. Han sido mentes inconformistas, críticas y con ansias de superación. Ha habido gente con cocientes intelectuales o habilidades mucho más excepcionales que Copérnico o Galileo, pero no tuvieron ese “plus” de creatividad y de originalidad.
KINDSEIN: ¿Qué hace falta para que un niño pueda convertirse en una mente maravillosa?
CARLOS BLANCO: Es necesario que sea crítico con lo que le rodea, con el momento que le toca vivir, con el estado del conocimiento en ese momento, con las ideas que predominan, con las estructuras sociales… No tiene que tener miedo a hacerse preguntas, justamente porque una mente maravillosa es precisamente la que más y mejores preguntas se hace, y la que pone los medios adecuados para responderlas. Pero, incluso si no lograse responderlas, simplemente con formular ciertas preguntas, ayuda a la Humanidad, porque le abre los ojos. Y creo que las mentes maravillosas nos han abierto los ojos, nos han permitido ver más allá. Han sido, si se me permite el símil, un “telescopio” para la Humanidad.
Probablemente sin Galileo la ciencia moderna habría nacido, al fin y al cabo. Otros se habrían encargado de hacerlo. Pero gracias a Galileo las cosas fueron como fueron, y fueron antes y con mayor intensidad, humana, social y científica. Occidente no sería lo que es sin Sócrates. Las ideas, los inventos y los genios que hacen época son aquéllos que influyen decisivamente en nuestras vidas, aun con el paso de los siglos.
KINDSEIN: ¿Te resulta fácil relacionarte con los demás, o como dice Nash, esa otra mente maravillosa que visita España estos días, tu principal influencia son los libros?
CARLOS BLANCO: Pienso que el ser humano es lo suficientemente creativo como para poder relacionarse con todos. Yo he de reconocer que, personalmente, me ha costado mucho aprender esto. Antes prefería aislarme, centrarme en mis libros y en mis estudios y sólo conocer a gente que me pudiese “aportar” algo: conocimiento, experiencias, tales como profesores, investigadores, empresarios… Pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que el conocimiento es uno de los mayores tesoros que poseemos, ciertamente, pero que no acaba nunca de saciarnos. Siempre podríamos saber más, y cuanto más sabemos o aprendemos, más sabemos que ignoramos. Es muy triste cerrarse a los demás. Acabas descubriendo que es un error, porque la vida es muy corta y nunca un libro supera a una persona.
Siempre me decía a mí mismo: ¡Ojalá pudiese conversar con mis genios favoritos, con Leibniz, Champollion, Spinoza, Galileo o Einstein! Pero no es necesario conversar con genios de épocas pasadas. Hay que conversar con los genios y los no-genios de nuestro tiempo.
KINDSEIN: ¿Cómo crees que sería un mundo en el que los dirigentes fueran personas muy inteligentes y con una sólida formación en los temas que tratan (ecología, economía, etc)?
CARLOS BLANCO: No me parece necesario que los dirigentes sean “mentes maravillosas”, al estilo del filósofo de la República platónica. Lo importante es que los dirigentes sean honrados, digan la verdad, trabajen por la educación, la sanidad, la justicia social, el medioambiente… Con eso (y es mucho pedir) y con una formación adecuada (que tampoco puede ser criterio excluyente, porque hay gente sin formación académica con mayores sentido común y honradez) me conformo.
KINDSEIN: ¿Qué pasa con un niño con altas capacidades cuando no recibe el estímulo adecuado?
CARLOS BLANCO: Socialmente, ocurre algo muy grave: se pierde un talento, posiblemente quien descubra vacunas, escriba grandes libros o haga una reflexión importante sobre la sociedad y el ser humano. Pero a título individual sucede algo casi más grave: se frustra a una persona, se le priva de la capacidad de “auto-realizarse” auténticamente y, en suma, se le impide ser feliz.
KINDSEIN: ¿De cuántos personajes tratas en tu libro, y cuántos te gustaría haber podido tratar? ¿Habrá una segunda parte?
CARLOS BLANCO: Concretamente, de nombres propios como Ramanujan, Sócrates, Euclides, Arquímedes, Copérnico, Galileo, Curie, Einstein o Tim Berners-Lee (el inventor de la “world wide web”). También hablo de “genios anónimos”, como el inventor de la escritura o el del número cero. Y, por supuesto, menciono a otros muchos más en cada capítulo.
Pero me falta hablar de tantos con mayor detenimiento (Buda, Aristóteles, San Agustín, Pascal, Leibniz, Newton, Kant, Darwin, Florence Nightingale …) que, y ojalá mi editor, Álex Rosal, quiera, espero poder escribir más libros sobre mentes maravillosas.
KINDSEIN: Muchas gracias, Carlos, y suerte con tu libro.
Mortadelo y Filemón, los famosos personajes de Francisco Ibáñez, cumplen 50 años. La primera historieta apareció el 20 de enero de 1958.
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