«Efecto Mozart»
Una leyenda científica
Gerard Depardieu dice que Mozart ayudó a curar la tartamudez de su hijo. Es sólo un ejemplo del llamado «Efecto Mozart», una leyenda científica que se originó el 14 de octubre de 1993 por un estudio publicado en Nature.
Según dicho estudio, realizado en la Universidad de California en Irvine, Estados Unidos, unos estudiantes que habían estado
escuchando la Sonata para dos pianos en Re Mayor de Mozart durante 10
minutos resolvieron mejor unas pruebas de razonamiento espacial que los
estudiantes que habían escuchado música new age o que no habían
oído nada en absoluto.
La noticia corrió como la pólvora por todo
el mundo con titulares como "Mozart puede aumentar la inteligencia de
su hijo". El estudio original de Nature no sólo no
se había hecho con niños sino que había encontrado un aumento temporal
y muy modesto del Coeficiente de Inteligencia de unos estudiantes
universitarios.
Aparecieron CD con títulos como «Barroco para
su bebé» o «Mozart para papás y mamás», mientras los propios autores
del estudio no daban crédito
a sus ojos. En 1998, en el Estado de Georgia, Estados Unidos, se
empezaron a entregar CD de Mozart a todos los padres con niños
pequeños. Más tarde se siguió el mismo ejemplo en otros lugares. Se organizaron conciertos para bebés y se dispararon las ventas de Mozart.
Detrás de todo ese imperio está Don Campbell, un músico estadounidense
afincado en Colorado que ni es científico ni tiene nada que ver con el
estudio original, pero que se apresuró a registrar la expresión «Efecto
Mozart» y se ha hecho de oro con sus dos best-seller en los que habla del efecto
curativo de la música para todo tipo de males. También ha publicado más
de una docena de CD.
Dice que la música de Mozart es buena para corregir unos cincuenta
problemas, entre ellos: el dolor de cabeza, de espalda, el asma, la
obesidad, el alcoholismo, la epilepsia, la esquizofrenia, las enfermedades
del corazón, el bloqueo del escritor, el sida, .... y que sirve para
otros menesteres como hacer un mejor vino, un pan más sabroso o para
mejorar el sabor de la cerveza.
En 1999, se vertieron sospechas sobre el famoso estudio. Una revisión de 16
trabajos realizados posteriormente a su publicación —con un total de
714 voluntarios— reveló que ninguno de ellos había logrado reproducir
los resultados. El autor de esta revisión, Christopher F. Chabris, del
Massachusetts General Hospital y Harvard Medical School, dijo que el
aumento de la habilidad para realizar esas tareas era «estadísticamente
insignificante» y que no debería verse como «un fármaco
intelectual milagroso».
Muchas publicaciones se hicieron eco. La CNN tituló: «Mozart es agradable,
pero no aumenta el Coeficiente de Inteligencia». Uno de los autores del
estudio original, Frances Rauches, estaba de acuerdo con sus críticos.
Declaró que ellos nunca habían dicho que Mozart sirviera para aumentar
la inteligencia de los niños. «Estoy horrorizada y muy sorprendida por
todo lo que ha pasado. Es un salto gigante pensar que si una música
tiene efectos a corto plazo en estudiantes universitarios va a hacer que
los niños sean más listos. Cuando publicamos los resultados, pensamos que nadie iba a hacer caso. Todo el asunto se ha ido
completamente de las manos».
Así y todo, el fenómeno siguió creciendo, y lo sigue hoy en día. Hay centros por todo el mundo donde
se imparten tratamientos a base de Mozart.
Michael Linton, director de la División de Teoría de la Música y
Composición en la Middle Tenessee State University, escribió:
«Pobre
Mozart, ¿dónde está él en todo esto? Perdido. Las magníficas danzas de
Mozart, el terrorífico trueno de Don Giovanni, el éxtasis de La Flauta
Mágica, las intrincadas harmonías de sus sinfonías, y la trascendencia
de sus trabajos finales: el Ave verum corpus, la Clemenza di Tito, y
el Requiem, todo ello está perdido en la muchedumbre que sigue al curandero ambulante de Campbell.
La música más genial de Mozart no es para ser más inteligente o
adquirir poder. Es para convertirse en un ser humano y para vivir, como
firma sus partituras, in nomine Domine. Eso es para lo que el Efecto
Mozart tiene que servir. »
Más información:
«The Mozart effect: Tracking the evolution of a scientific legend» (PDF), estudio publicado en el British Journal of Social Psychology en diciembre de 2004.
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