Nº 31
Todos tenemos un monstruo dentro
Uno de los cuentos más queridos, Donde viven los monstruos, viaja a la gran pantalla de la mano de un polémico director.
Creación
Annie—¿Por qué estás tan asustado? Sólo es una teoría.
Charles— Lo cambiaría todo. Imagina que el mundo entero dejara de creer que Dios tiene un plan para nosotros.
Para futuros "ídolos"
Una viaje iniciático en el mundo de las grandes vocalistas del jazz, el motown o el reggae para los más pequeños.
Una vida ilustrada
Danny Gregory ha recopilado esbozos, apuntes, y dibujos escondidos en cuadernos de notas de 50 artistas.
Jugando a matemáticas
Martin Gardner acaba de cumplir 95 años. Sus juegos y acertijos han convertido a muchos niños en matemáticos y a muchos matemáticos en niños.
Durante más de 25 años, Gardner escribió una columna mensual en la revista Scientific American. Ofrecía fantásticos Juegos Matemáticos que tuvieron un gran éxito en el público. Había dejado su trabajo en una revista infantil, Humpty Dumpty, para dedicarse a esas columnas. No es que Gardner fuese matemático. De hecho, la última clase que había recibido de esa materia fue en el instituto, y ya pasaba de los 40 años cuando Gerry Piel, director del Scientific American, le llamó para pedirle la columna mensual. A Piel le había gustado mucho un artículo de Gardner sobre Hexaflexagonos que acababan de publicar, por eso le propuso que siguiera con ellos.
«Desde niño había estado interesado en las matemáticas recreativas, desde que mi padre me regaló la Enciclopedia de Puzzles de Sam Loyd», dijo en una entrevista concedida a Don Alberts en 2004. «En cuanto Piel me propuso hacer la columna, corrí a los libros de viejo de Manhattan para comprar todos los libros que encontrara sobre matemáticas recreativas».
Gardner ha escrito más de 70 libros e infinidad de artículos, muchos de ellos con más acertijos y recreación matemática, y otros dedicados a sus otros intereses. Es un gran polemicista, empeñado en desenmascarar fraudes científicos y en poner en tela de juicio cualquier tipo de religión organizada.
Coincidiendo con su 95º aniversario, acaba de publicar otro libro (When You Were a Tadpole and I Was a Fish: And Other Speculations About This and That) en el que hace un repaso a todas sus obsesiones: religión, filosofía, matemáticas, ciencia y pseudociencia,...
Infancia
Su padre era geólogo y su madre profesora de preescolar, aunque lo dejó para dedicarse a sus tres hijos.
Gardner aprendió a leer antes de ir al colegio. Su madre solía leerle El Mago de Oz cuando era muy pequeño y él miraba sobre su hombro lo que iba leyendo. «Era muy embarazoso cuando estaba en primero, en el colegio, y el profesor sostenía tarjetas en las que ponía "gato" o "perro" y yo era el primero en leer las palabras. La profesora me decía que me callara para que los otros niños pudiesen aprender a leer», dijo Gardner.
Cuando iba a secundaria, las matemáticas y la física eran las únicas asignaturas en las que sacaba buenas notas: «Me moría de aburrimiento en las otras». Su ilusión era ir a Caltech, porque muchos físicos notables de la época estaban allí, pero para ir a Caltech había que pasar antes dos años en Humanidades. Fue a la Universidad de Chicago con la idea de cambiar a los dos años, pero se quedó enganchado en Filosofía, «sobre todo para descubrir en qué creía».
Gardner abandonó el cristianismo y se considera un "philosophical theist" (deísta filosófico), que significa que cree en Dios pero sin pertenecer a ninguna religión organizada. Los deístas filosóficos creen, por ejemplo, que las ideas religiosas deben adaptarse a la ciencia, y no contradecirla, y rechazan los sucesos sobrenaturales, como milagros, profecías, etc. Gardner es uno de los principales críticos de la pseudociencia. Su libro "Locuras y Falacias en el nombre de la Ciencia" (Fads and Fallacies in the Name of Science), escrito en los años 50 del siglo pasado, es un clásico dentro del movimiento escéptico.
Gardner pasó buena parte de su vida adulta en Nueva York («que es donde había movimiento para los escritores»), pero ahora ha vuelto a su lugar de nacimiento, Oklahoma.
El ilustrador Bill Zeman tiene a la más severa crítica de arte que se pueda uno imaginar: su hija de cuatro años.
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