«Querido Papa Benedicto: Mi nombre es Anton McManus. Tengo nueve años. Con sólo cuatro, tuve cáncer y estuve muy enfermo. Pasé por la quimio y radioterapia. […] Estoy escribiendo esta carta para ver si usted puede bendecirme cuando venga a Glasgow para ayudarme a mantener lejos al cáncer porque creo que si alguien puede ayudarme es dios. También voy a hacer la primera comunión. Tengo muchas ganas. Espero que tenga la suerte suficiente para conocerle porque significaría todo para mí. Seguiré rezando para ver si hay respuesta. Gracias.»
Esta es la carta que envió un niño escocés al Papa Benedicto XVI. Y sus deseos se hicieron realidad. La hermana de Anton, Rebeca, de 11 años, lo contó: «Le ha puesto las manos en la cabeza y ha dicho algo en alemán, luego le ha dicho en inglés buena suerte y que Dios te bendiga. Yo lo he oído porque estaba al lado. También me ha dado la mano a mí».
Ocurrió en la reciente visita del pontífice a
Gran Bretaña, una visita que transcurrió sin incidentes a pesar de que
el papa se enfrentaba a la creciente oleada de laicismo en Europa y a
las acusaciones vertidas sobre la Iglesia Católica por los abusos
sexuales a niños perpetradas por sacerdotes católicos.
El biólogo
evolucionista Richard Dawkins llevaba meses moviendo hilos para que arrestaran a Benedicto XVI a su llegada a suelo británico. ¿El motivo? «Crímenes contra la Humanidad»,
por encubrimiento de los abusos sexuales acometidos por miembros de la
Iglesia Católica. (También lo intentaron en Galicia). El Vaticano sugirió que el Papa es inmune a la
persecución policial porque es un jefe de estado. Dawkins y sus abogados contestaron
que no lo es porque el Vaticano no está representado como un Estado en
las Naciones Unidas. En cualquier caso, no se detuvo a nadie.
Dawkins escribió un osado artículo para el Washington Post —titulado "Ratzinger es el papa perfecto"— en el que describía a Benedicto XVI como:
«Un viejo villano de miradas lascivas con hábito, que pasó décadas conspirando a puerta cerrada para conseguir la posición que tiene ahora; un hombre que cree que él es infalible y actúa como tal; un hombre cuya predicación de la mentira científica es responsable de la muerte de innumerables víctimas del sida en África; un hombre cuya primera reacción cuando sus sacerdotes fueron atrapados con los pantalones bajados fue encubrir el escándalo y condenar a las jóvenes víctimas al silencio»
Richard
Dawkins lidera la Asociación Humanista Británica que pretende acabar,
entre otras cosas, con la pseudociencia y con la imposición de una
determinada religión en los colegios. El año pasado, lanzaron la campaña
Don't label me (No me etiquetes), y empezaron a recaudar fondos.
En The God Delusion (El espejismo de Dios), Richard Dawkins defiende que debemos cambiar la forma en la que hablamos sobre creencias atribuidas a los niños. «Nadie describiría seriamente a un niño pequeño como un "niño marxista" o como un "niño anarquista" o como un "niño post-modernista"», dice Dawkins. «Sin embargo, los niños son etiquetados sistemáticamente con la religión de sus padres. Tenemos que animar a la gente a pensar detenidamente antes de etiquetar a los niños que son todavía demasiado pequeños para tener sus propias opiniones».
Según esta
asociación británica (que tiene representantes en otros países),
etiquetar a los niños sólo sirve para dividir y coaccionar porque:
—conduce a la segregación,
tanto social (en las escuelas religiosas) como interpersonal (entre
niños a los que se les enseña que pertenecen a religiones distintas e
incompatibles).
—restringe el aprendizaje de otras creencias, porque el niño al que se le dice que pertenece a una religión puede descartar otras religiones o incluso sentirse enemigo de ellas.
—crea actitudes negativas frente a las creencias de otras personas, porque etiquetar consigue el efecto de que una creencia parezca intrínseca del niño, y éste interpreta las otras religiones como algo intrínsecamente diferente.
—etiquetar a un niño es esperar de él que se ajuste a las mismas creencias que los padres.
—elimina la posibilidad de elección y reduce la autonomía al limitar las opciones disponibles, porque se hace pensar al niño que su religión es algo dado.
—puede actuar como una amenaza, tanto porque existe un riesgo implícito de problemas con los padres si el niño rechaza las creencias religiosas, como porque dentro de la religión misma hay peligros metafísicos (el juicio, el fuego en el infierno, etc) asociados con la no creencia o la apostasía.
De manera que lo que la asociación pretende es:
—eliminar las escuelas religiosas, en favor de escuelas sin políticas de admisión de tipo religioso.
—reformar la educación religiosa, a favor de una educación equilibrada que enseñe las distintas creencias y valores.
—acabar con el creacionismo y la seudociencia y con la amenaza que suponen para una buena educación en las escuelas.
—incluir la filosofía y una educación más orientada a las relaciones entre ciudadanos.
El
Papa Benedicto XVI, en sus recientes visitas por Europa, ha advertido
contra el creciente laicismo en Europa y ha pedido más tolerancia.
En una encuesta realizada en el Reino Unido, según informa la CNN, tres de cada cuatro adultos británicos piensan que el papa no ha hecho suficiente para castigar a los sacerdotes culpables de abusar sexualmente de niños. Entre los británicos católicos, dos de cada tres están de acuerdo. Menos de uno de cada 20 británicos dice que ha hecho ya suficiente.
El pequeño Anton MacManus ha conocido a otras personalidades en los últimos meses, como al futbolista español Torres, ahora en el Liverpool. «Conocer al Papa fue algo que Anton siempre recordará, sobre todo porque le vieron por televisión en todo el mundo», dijo el padre de Anton, Kevin, de 35 años, a The Scotish Sun. «Pero le pregunté qué había sido más emocionante y me contestó que probablemente Torres».