Nº 34
Y se hizo realidad
A Mo y a su hija Megan, de 12 años, les encanta leer. Pero cuando Mo lee en voz alta, la historia cobra vida. Y no sólo eso: alguien de la vida real pasa a formar parte del papel.
La vida de Beatrix Potter
Érase una vez una mujer adelantada a su tiempo, una escritora e ilustradora infantil en la machista Inglaterra victoriana.
El auténtico Howard Spitz
Un escritor de novelas de misterio, mediocre y en crisis creativa, decide cambiar de estilo y escribir libros infantiles porque piensa que es fácil.
Personajes sádicos
Personajes repulsivos como Agatha Trunchbull, la directora malévola del colegio de Matilda, de Roald Dahl, enseñan cómo hacer uso del poder, según un estudio.
Según Pat Thomson, de la Universidad de Nottingham, este tipo de personajes que abusan del poder tienen algo de cierto y enseñan algo no sólo a los niños sino a los que piensan dedicarse a la enseñanza.
Thomson analizó 19 personajes de ficción de cuentos escritos entre 1975 y 2009. Nueve de ellos eran malévolos o autoritarios. Seis, figuras de poder. Y sólo uno, el profesor Albus Dumbledore (de Harry Potter), era un modelo positivo. Thomson buscó el origen de estas historias y se remontó al siglo XIX, cuando proliferaban los cuentos sobre escuelas británicas en las que se imponía la disciplina militar.
Muchas de estas historias muestran que el poder puede corromperse y utilizarse para propósitos malévolos, pero, según la autora del estudio, también animan a los niños a tomar partido y poner fin a situaciones poco razonables. Al mismo, tiempo les enseñan a ser autodisciplinados «no porque los adultos quieran que sirvan a Dios o al Imperio, como se cuenta en la historia tradicional, sino porque el ciudadano moderno necesita salvarse a sí mismo en un mundo en el que los adultos a menudo fallan y a veces son venales, corruptos y brutales».
Según la autora, «el lector de los libros infantiles es un niño que reconoce que el poder puede utilizarse de forma inteligente y con fines éticos, —o no; y que comprende que los alumnos pueden utilizar su poder individual y colectivo para desafiar a la autoridad».
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El premio Nobel de Literatura José Saramago confesó en más de una ocasión su incapacidad para escribir para niños.
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