Al contrario que en China, en España, como en el resto de Europa, no ha hecho falta una ley para limitar el número de hijos. Prácticamente batió por sí misma el récord mundial de índice mínimo de fertilidad en 1998.
Dicho índice era 1,15 hijos por mujer en edad de procrear. La tasa de fertilidad para conseguir el reemplazo generacional es de
2,1 niños por mujer. En el año 1997, la tasa en las mujeres menores de
30 años llegó a ser de 0,53, la mitad que en el Reino Unido. En los
últimos tiempos, el aumento de la inmigración ha suavizado esas cifras.
La estimación para el 2005 deja a España en el puesto 213 (1,28) de 226
países con datos en la clasificación por tasa de fertilidad del CIA
World Fact Book. Francia se encuentra en el puesto 155 (1,85).
La RAND Corporation preparó un informe para la Comisión Europea en 2004, Low Fertility and Population Ageing: Causes, Consequences, and Policy Options, en el que se obtenían las siguientes conclusiones:
La inmigración no es una forma viable de revertir el envejecimiento
de la población o sus consecuencias: las cantidades necesarias serían
inaceptables en el clima sociopolítico actual.
Las medidas políticas nacionales pueden ralentizar la bajada en
fertilidad en circunstancias apropiadas: gracias a su política
pronatalista, Francia ha conseguido aumentar su tasa de fertilidad
entre 1993 y 2002
Sin embargo, una sola medida no tiene por qué funcionar: Francia ha
establecido subsidios para el cuidado de niños junto con incentivos
para familias numerosas, mientras que Suecia lo consiguió mediante
medidas indirectas orientadas a la flexibilidad laboral, permisos por
maternidad y cuidado infantil de calidad.
Lo que funciona en un país puede no funcionar en otro. Los contextos
sociales, económicos y políticos influyen en el efecto de esas medidas,
como pudo apreciarse en las diferencias en Alemania tras la
reunificación.
Las medidas diseñadas a mejorar en general las condiciones sociales y
económicas pueden afectar indirectamente a la fertilidad. En Suecia,
los ingresos de la mujer están relacionados positivamente con su tasa
de fertilidad, ya que los pagos en permisos por maternidad son
proporcionales a los ingresos.
Las medidas sobre población llevan mucho tiempo para dar resultados - los
aumentos en fertilidad tardan una generación en traducirse en un
aumento de trabajadores- lo que hace que resulten políticamente poco
atractivas. Los ciclos electorales, de unos 4 años, no se ajustan a los
ciclos más largos de la política poblacional. Normalmente, los
políticos se centran en mitigar los efectos del envejecimiento:
prolongar la vida laboral y animar la incorporación de nuevas
incorporaciones, como las mujeres, al mercado de trabajo.