La miopía es la incapacidad para ver nítidamente de lejos, pero se
puede corregir. La miopía mental es un caso mucho más complicado. En democracia, los políticos tienen una vida relativamente corta.
Muchos cargos nacen, se reproducen y mueren en tan solo cuatro años.
Normalmente, su objetivo es la inmortalidad democrática en forma de
reelección, pero para eso tienen que presentar a sus votantes
resultados fáciles de entender a corto plazo.
Pero no todos los logros son así. Desde el punto de vista del Estado,
un niño debería verse como un proyecto de contribuyente, una buena
inversión a largo plazo. Según el IFO Institute for Economic Research
at the University of Munich, en Alemania el beneficio neto por niño al
final de su vida es de unos 77.000 euros1. Sin embargo, muchas veces se
trata como un lujo para padres con recursos, o un accidente de padres
sin medios.
Muchos padres acaban viéndolo así también, como algo que siempre ha
sido así y siempre será. El IFO ha sugerido que se obligue a los
ciudadanos sin hijos a invertir una parte superior de sus ingresos en
planes de pensiones. Tal como está organizado el sistema de pensiones
en muchos países, los jubilados sin hijos se encuentran en una posición
privilegiada: tuvieron menos que pagar, al no tener hijos y vivir en
una sociedad con menos pensionistas, y ahora la responsabilidad recae
en los hijos de los demás.
En sociedades con índices bajos de fertilidad y con alta esperanza de
vida, el único grupo de votantes en crecimiento es el de los
pensionistas. Son personas que, por definición, no verán las
consecuencias que tiene su voto actual en la época de jubilación de los
recién nacidos. Y los políticos encuentran un filón en esa limitación
de miras: sólo hay que ver cómo en muchos transportes públicos habrá
bonos para pensionistas, pero un niño de cuatro años tendrá que pagar
su billete completo.
Tarde o temprano habrá que corregir esta aberración. Los niños no son
como una bolsa de petróleo que se descubre cuando empiezan a cotizar a
la Seguridad Social. Muchas parejas ya se han dado cuenta, y sólo el
instinto de supervivencia de la especie evita una sociedad formada
exclusivamente por parejas DINK ("Double Income - No Kids", "doble
ingreso sin niños").
Al igual que está ocurriendo con el cambio climático, hace falta una
organización supranacional cuyos objetivos estén establecidos a largo
plazo. La Unión Europea podría tener esas cualidades, pero todavía hay
veinticinco reyezuelos que interfieren con sus limitadas aspiraciones.
Ojalá los movimientos separatistas consigan por fin que los problemas
locales se vean como tales, y ocurra lo mismo con los globales.