Exposición Handel y los 'castrati'
Castrados por amor al arte
Durante 200 años, se realizaron más de 4.000 castraciones anuales en
Italia a niños de entre 7 y 9 años. El objetivo era preservar el tono
alto y claro de la voz infantil mientras se adquiría la fuerza vocal de
un hombre y la técnica de un cantante adulto. Se les llamaba castrati, o, de forma más educada, musici o evirati.
Muy pocos lograron la fama y fortuna que perseguían sus padres con la
operación y ninguno igualó al gran Farinelli (en la imagen). Ocurrió en los siglos XVII y XVIII. Kindsein
hace un extenso análisis de estos grandes olvidados de la Historia de
la Música, con motivo de la exposición "Handel y los castrati" que se
inaugurará esta semana en Londres.
Farinelli: cantante privado de la corte española
Después de una vida llena de éxitos en la
ópera, en 1737 Farinelli aceptó una oferta para ir a España y convertirse en cantante privado del rey Felipe V de España. Estaba en pleno éxito cuando dejó los escenarios, y quedó en la memoria del público de la mejor forma.
Felipe V sufría depresiones
graves y Farinelli se dedicó a cantarle
cada noche las mismas cuatro arias hasta el fin de sus días,
diez años después. Dicen que sirvieron para aliviar su pena. Se trata de una de las
primeras noticias de musicoterapia.
Después de la muerte de
Felipe V, el cantante se quedó en la corte española para servir al
siguiente rey, Fernando VI. En total, pasó 25 años en España, donde su
influencia fue más allá de la música.
Cuando abdicó Carlos
III, primer Borbón, rey de Nápoles, Farinelli dejó España y volvió a
Italia, cargado de dinero, de regalos reales y con una pensión vitalicia. Vivió en Bolonia. Dicen que su generosidad era proverbial. Cuando
murió, en 1782, dejó todo cuanto tenía a sus sirvientes y a los
parientes que le ayudaron y cuidaron hasta el final.
Castrados pero mujeriegos
La castración no implicaba impotencia y muchos gozaron de una activa vida sexual. No siempre perdían la líbido y a las mujeres les encantaba la idea de que una aventura con ellos no resultase en embarazo.
Provocaban auténticos ataques de frenesí en sus legiones de admiradoras. «Las damas mostraban un placer ilimitado: lanzaban halagos al escenario, guirnaldas de laurel, pareados o sonetos apasionados, y no iban a ninguna parte sin llevar una imagen de su castrato favorito sobre su corazón», dice Patrick Barbier en su libro The world of castrati: the history of an extraordinary operatic phenomenon (El mundo de los castrati: la historia de un fenómeno operístico extraordinario, 1996).
También es famoso el incidente que ocurrió a Farinelli, al que una mujer entre el público le gritó: «¡Un Dios, un Farinelli!». Aunque éste no parecía mostrar ningún interés por el sexo.
Muchos de los líos amorosos fueron secretos, pero otros no lo fueron tanto, como es el caso del pobre Giovanni Francesco Grossi que fue asesinado por los parientes de su amante, una viuda de Módena, en 1697.
|