Exposición Handel y los 'castrati'
Castrados por amor al arte
Durante 200 años, se realizaron más de 4.000 castraciones anuales en
Italia a niños de entre 7 y 9 años. El objetivo era preservar el tono
alto y claro de la voz infantil mientras se adquiría la fuerza vocal de
un hombre y la técnica de un cantante adulto. Se les llamaba castrati, o, de forma más educada, musici o evirati.
Muy pocos lograron la fama y fortuna que perseguían sus padres con la
operación y ninguno igualó al gran Farinelli (en la imagen). Ocurrió en los siglos XVII y XVIII. Kindsein
hace un extenso análisis de estos grandes olvidados de la Historia de
la Música, con motivo de la exposición "Handel y los castrati" que se
inaugurará esta semana en Londres.
El negocio clandestino de la castración
La moda de la castración de niños con fines musicales parece limitarse sólo a Italia y un poco a Alemania. En ambos países había eunucos en los coros eclesiásticos ya en el siglo XVI y en 1640 había castrati en todos los coros de Italia. Pero era ilegal. Excomulgaban a quienes se sometieran a la operación y condenaban a quienes la realizaban porque había una ley de derecho canónico y civil que prohibía la amputación deliberada de cualquier parte del cuerpo.
Paradójicamente, la Iglesia de Roma lo toleró. El Papa Clemente VIII (1536-1605) autorizó la castración sólo ad Gloriam Dei (por la gloria de Dios). La música de la época requería voces con registros muy agudos. Alguien tenía que cantar esas partes más altas en los coros, y no les servían ni los niños ni las mujeres.
El inconveniente de los niños era que, cuando adquirían la técnica necesaria para poder competir con un castrato, llegaban a la pubertad y les cambiaba la voz. Y a las mujeres les estaba prohibido cantar en público en las Iglesias: Mulier taceat in ecclesia (Las mujeres deben permanecer en silencio en la Iglesia), según una epístola de San Pablo.
Así apareció un negocio clandestino que realizaban cirujanos y hasta barberos. Poco se sabe de quienes hacían las castraciones. Se considera que los mejores cirujanos procedían de Bolonia, pero se sabe que incluso los barberos hacían ese trabajo. Charles Burney cuenta que fue preguntando por Milán, Venecia, Bolonia, Florencia, Roma, Nápoles,… y en todas partes le decían que tales operaciones se realizaban en la ciudad vecina: «Los italianos están tan avergonzados de ello que en cada provincia lo transfieren a otra».
Por otro lado, lo normal era decir que la pérdida de atributos masculinos había sido causada por una enfermedad o accidente, como una patada o una cornada.
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