Cuando era niño, Jorge Luis Borges
temía a los espejos; se negaba a dormir en una habitación que tenía
uno. El espejo es uno de los más frecuentes símbolos en su obra. Los
espejos reflejan el aspecto aparente del mundo.
«Estoy en el espejo y no se qué horrible anciano me está mirando al otro lado.»«Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.»
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La biblioteca de su padre fue el sitio al que siempre quiso volver.
«Yo
creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, mi
suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que
me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una
biblioteca de ilimitados libros ingleses.»
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Explicó
muchas veces que ser ciego no significaba caer sumido en la total
oscuridad, en la negrura absoluta. Los colores se fueron apagando para
él pero siguió percibiendo el color amarillo, que le recordaba al tigre
que vio tras los barrotes del zoológico, junto a su hermana Norah,
siendo niños, y que despertó en él vivas fantasías que lo acompañaron
toda su vida.
«Yo
solía demorarme sin fin ante una de las jaulas del Zoológico; yo
apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural,
por el esplendor de sus tigres. (Todavía me acuerdo de esas figuras: yo
que no puedo recordar sin error la frente o la sonrisa de una mujer.)»
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«Al
no tener amigos, mi hermana y yo inventamos dos compañeros imaginarios
a los que llamamos, no sé por qué, Quilos y El Molino de Viento. Cuando
finalmente nos aburrieron, le dijimos a nuestra madre que se habían
muerto.»
«Durante toda mi juventud pensé que el hecho de ser amado por
mi familia equivalía a una injusticia. No me sentía digno de ningún
amor en especial, y recuerdo que mis cumpleaños me llenaban de
vergüenza, porque todo el mundo me colmaba de regalos y yo pensaba que
no había hecho nada para merecerlos, que era una especie de impostor.
Alrededor de los treinta años logré superar esa sensación.»
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«He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.»
Jorge Luis Borges (Buenos Aires 1899- Ginebra 1986)
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