Muchas parejas en crisis acuden a terapia matrimonial para intentar
salvar su relación, pero, según una investigación que publica hoy The New York Times,
de poco sirve. Dos años después de acabar la terapia, el 25% de las
parejas está peor que al principio, y cuatro años después, el 38% se ha
divorciado. Según los investigadores que han analizado la eficacia de
los distintos tratamientos, muchos de los métodos que se usan —como
enseñar a la pareja a comunicarse mejor y a escuchar más— aportan
algo de ayuda para un año, pero son insuficientes para zanjar los
problemas, que vuelven a surgir de forma inevitable con el
tiempo.  También auntan estos expertos que muchos terapeutas no
tiene capacidad para trabajar con parejas que tienen serios problemas.
Son incapaces de hacerles llegar a la raíz del conflicto y buscar una
solución. En lugar de eso, se dedican a hacer que el matrimonio hable
por turnos semana tras semana, sin poder adivinar cuándo acabará el
tratamiento, o les dicen que no hay nada que hacer y les empujan hacia
el divorcio.

Normalmente, este tipo de terapia se lleva a cabo por psicólogos,
psiquiatras y trabajadores sociales, y por terapeutas matrimoniales y
familiares. Consiste en una serie de técnicas de psicoterapia que
pretenden ayudar a las parejas a comprender y superar los problemas de
su relación.

En los últimos años, se han hecho muchos esfuerzos para encontrar la
forma de salvar matrimonios y han aumentado las relaciones duraderas.
Hay un experimento llamado terapia integradora de comportamiento para parejas
con la que el 67% de los matrimonios mejoran en dos años, según un
estudio que publicaba en noviembre la Asociacion para el Avance de la
Terapia de Comportamiento. En lugar de enseñar a las parejas a evitar o
solucionar las peleas, como hacen las terapias tradicionales, la
terapia integradora pretende lograr que las discursiones sean menos
dañinas, ayudando a las personas a aceptar sus diferencias. Esta
estrategia se basa en un reciente hallazgo: no se trata de ver si las
parejas se pelean sino de ver cómo lo hacen y si esas discursiones
pueden destruir la relación.

Educación matrimonial

Ya hay muchos terapeutas matrimoniales decepcionados con cualquiera de
estos métodos. Ahora dicen que es mucho mejor que la pareja acuda a un
programa de educación matrimonial a estar aireando sus problemas.
Porque, al fin y al cabo, estas terapias suelen consistir en que uno le
diga al otro por qué está arruinando su vida y son duras sesiones de
dolor y lágrimas.

Pero estos programas tampoco son la panacea. Según el Dr. John Gottman, profesor emérito de psicología de la Universidad de Washington y director del Instituto para la Investigación de la Relación
en Seattle, estos talleres resultaron insuficientes para muchas parejas
(20-30%) de su investigación con problemas serios, como infidelidad o
depresión, que sólo podían abordarse con la terapia clásica.

Gottman lleva más de dos décadas grabando en vídeo a parejas
felices e infelices, y analiza su comportamiento. Ha llegado a la
conclusión de que todas ellas pelean y de que las peleas casi nunca se
resuelven. Y la diferencia fundamental entre las parejas felices y las
infelices es la forma en que discuten: las parejas felices mantienen
discursiones con interacciones positivas, aunque sólo se trate de una
sonrisa o un toque de humor. Las infelices tienen argumentos
corrosivos, con críticas, gestos y palabras negativas y posturas a la
defensiva. Hasta la más feliz de las parejas puede sentirse asqueada
alguna vez, pero el doctor Gottman ha encontrado que si el ratio de
intercambios positivo a negativo es, por lo menos, de cinco a uno, la
relación se salva. Cuando baja de esa posición, este experto predice
con un 94% de certeza que la pareja se acabará divorciando.

………………

El artículo en el New York Times de hoy se titula: Married With Problems? Therapy May Not Help, de Susan Gilbert.