El pasado invierno, Daniela Simidchieva, una ingeniera industrial
búlgara con un coeficiente intelectual de casi 200 (150 se considera genio) llegó a Inglaterra
buscando trabajo después de haber pasado dos años en el paro en su
país. Según un reportaje de la Press Association (PA), aceptaba incluso un trabajo en el servicio de limpieza. Mensa
—una organización internacional que agrupa a gente con elevados
coeficientes intelectuales— dijo que era “la mujer más lista del
mundo”, pero Daniela no podía ganarse la vida con un IQ igual que el de
Marie Curie.

Un artículo en The Register
recoge lo que Daniela declaró a la PA: «Me encanta aprender, pero
también quiero trabajar. En los últimos 44 años he estudiado economía,
educación y sociología en Universidades de Bulgaria y Gran Bretaña.
Estoy cualificada como ingeniera industrial, como profesora de inglés y
como ingeniera eléctrica, y tengo cinco licenciaturas superiores».
Pero, concluía: «En Bulgaria, los empresarios no quieren empleados
listos».

Según un artículo en Ananova,
ya ha encontrado trabajo. Un ejecutivo la vio en
la televisión de Bulgaria y la fichó, y ahora está en Sofía, en un
Centro de Análisis y Márketing. «Ha sido la primera vez en mi vida que
me han ofrecido un trabajo satisfactorio, bien pagado y con buenas
condiciones», dijo  Daniela.

En el irónico artículo de The Register añadían a esta historia: «Para
ser justos, hay que decir que algunas personas tienen coeficientes
intelectuales inmensos, y una gran cualificación, pero también están
asombrosamente chalados. Alguien menos generoso podría decir que estos
individuos tan listos deberían ser capaces de
encontrar formas alternativas de ganarse la vida. Pero no lo diremos
nosotros. Oh, no».