CLARÍN
/ «Educar es acercarle el mundo a otra persona. Cuando un niño pregunta
¿qué es eso?, en realidad quiere decir dámelo. Pide que le entreguemos
la realidad y nosotros debemos hacerle ese obsequio», sentenció
Fernando Savater en la charla que dio ayer en la Feria del Libro
invitado por Clarín y revista “Ñ”. A las 20.45 una sala José Hernández colmada comenzó a pedir al
filósofo como si fuera una estrella de rock. Tras una escueta
presentación de la periodista de Clarín Ivana Costa, Savater lanzó sin
preámbulos: «La educación es la única posibilidad de una revolución no
violenta, no sangrienta».

Definiéndose como un maestro, Savater desestimó la utilidad de las nuevas tecnologías en la enseñanza: «La
educación sólo puede darse de persona a persona, uno no puede aprender
a vivir de una computadora. Para la educación siempre es necesaria una
persona lo suficientemente humilde para poder compartir sus
conocimientos con otro
».

Mucha gente esperó desde temprano la llegada de Savater, haciendo
fila en el pabellón rojo y en el patio de la Feria y el filósofo lo
agradeció e incluso bromeó sobre la hora, aprovechando el ejemplo para
definir la índole de las preguntas filosóficas: «Si ustedes en este
momento se preguntan qué hora es, probablemente sea porque están
pensando en que no se les haga tarde para la cena. Esa pregunta
desaparece en cuanto se obtiene una respuesta. Las preguntas
filosóficas, en cambio, tratan sobre lo que somos y cada respuesta que
obtenemos sólo ahonda más la pregunta».

El autor que mañana presenta a las 20.30 su libro El Gran Laberinto
destacó que «la tarea de entregar el mundo a otro es parte de la
relación más moral que se puede entablar con los demás. Es simplemente
hacerlo más excelente».

Por otro lado también lamentó que la sociedad abandone a «los verdaderos maestros». «Yo,
como catedrático, trabajo con gente de más de 18 años y cuando llegan a
mí ya han recibido la educación más importante, la esencial
», dijo destacando la relevancia de los maestros primarios.

El filósofo no se privó de hacer su crítica a las sociedades y los
sistemas políticos y remarcó que se debe instalar como demanda social
la idea de que «la buena educación es costosa y que debe serlo porque a largo plazo siempre es más barata que la falta de educación».

Recién en el cierre se refirió a su trabajo sobre los pecados
capitales y bromeó comentando que el programa que está realizando sobre
ellos había comenzado cuando aún no había un Papa y que ahora temía que
el recientemente elegido Benedicto XVI instaurara nuevos pecados
capitales, humorada que fue festejada por el auditorio.