Entre Copas
es
una fantástica película que trata sobre personas normales. Es fácil
identificarse con alguna de ellas si uno ha pasado de los 30 y se para
a pensar en lo fugaz que es la vida y en lo inalcanzables que son
los sueños de la adolescencia. Es lo que le pasa a Miles (el fantástico
Paul Giamatti), que ronda los 40, está estancado tras su divorcio y
frustrado porque las editoriales le
rechazan su libro una y otra vez. En la película, la infancia destaca
por su
invisibilidad, como en la vida real. Aparece una sola niña, hija de una
madre soltera que piensa en casi todo menos en ella; y un profesor —el
propio Miles— que acabó siendo maestro porque no pudo dedicarse a hacer
lo que le gusta: escribir.

El tristón Miles y su mujeriego amigo Jack
emprenden un viaje por los viñedos del norte de California para degustar los mejores
caldos y disfrutar juntos de los últimos días de soltería de Jack. Pero
entre copa y copa salen todos los fantasmas. En una de las bodegas,
Miles recibe la anhelada llamada de la editorial: han vuelto a
rechazarle el libro. Entonces se sienta derrotado (escena de la foto de
arriba), contempla su vida con decepción y dice: «Tendré que seguir
siendo maestro», como si fuese lo peor que puede pasarle.

Hoy, en el diario gratuito 20 minutos hay un artículo titulado La docencia, otra salida profesional.
El título suena a lo mismo: “Otra salida profesional, por si no puedes
dedicarte a lo que más te gusta”. Dice que los maestros se quejan
de que su profesión es una de las menos reconocidas por la sociedad.
¿Por qué será, por la sociedad en sí, o por ellos mismos? En mi caso,
he conocido a más profesores como Miles, sin vocación, que de los
otros. Y, en la facultad, casi todos mis compañeros hicieron el CAP
(Curso de Aptitud Pedagógica), por si la enseñanza era la única salida
profesional a la que podían optar en el futuro.

Aurora Campuzano, portavoz del
Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, dijo al 20 minutos: «La docencia es una profesión de alta responsabilidad social y enorme
repercusión; el docente debe ser consciente de que, ante sí, tiene
personas que están creciendo». Y añadió que, además de un amplio bagaje cultural, quien quiera impartir
clases necesita bastante fuerza psicológica. Le faltó decir: “y humildad”, como dijo Fernando Savater.

La mejor metáfora de la película es que “algunos vinos no están en su
mejor momento hasta que no tienen cuatro décadas”. Miles tiene guardada una vieja botella de Bordeaux que está en
su mejor momento, pero está esperando una gran ocasión para abrirla. La
abre casi al final de la película —cuando menos se lo espera el
espectador— y su vida empieza a cambiar.

Es sorprendente que, como Miles, tengamos tanto miedo a
ser como queremos ser. También es sorprendente que nos dé igual dejar a
nuestros  hijos con personas que quizás no quieran estar con ellos
sino escribiendo novelas de éxito. Y, lo más increíble es que no nos
importe hipotecarnos hasta los 65 años por una vivienda, en la mayoría
de casos miserable, pero, sin embargo, miremos con lupa lo que cuesta una buena educación.