«Quería ser Peter Pan, no crecer nunca. Tuve una infancia feliz, hacía
pequeñas travesuras en el colegio. Mis padres me daban para merendar
donuts, bollycaos o bocadillos de queso manchego», dijo José Corbacho en una entrevista para 20 minutos.
Corbacho es el director de Tapas, y una estrella de los últimos programas
de Buenafuente y de Homo Zapping. También trabajó 10 años en La Cubana.
Nació en 1965 en el barrio barcelonés de Santa Eulalia, muy cerca del
mío. Y este mundo es un pañuelo: un amigo mío compartió pupitre con él, y yo le conocí cuando
grabamos un mini reportaje sobre Cómeme el coco negro, de La Cubana, hace unos 15 años. Por
lo que he oído, el éxito no se le ha subido a la cabeza y sigue siendo un buen
tipo.
Santa Eulalia es el barrio que separa Barcelona de l’Hospitalet. Ese
barrio y, sobre todo, la zona de Barcelona pegada a él han cambiado
mucho desde los años sesenta o setenta. Ahora no se ven babyboomers comiendo bollycaos al estilo Cuéntame,
sino que casi no se ven niños. Hay grupos de bandas callejeras
adolescentes, estilo Latin Kings, mucho graffiti, montones de tiendas
de pakistanís, una iglesia presbiteriana coreana donde acuden cientos de
elegantes fieles cada sábado y domingo. También hay africanos, con sus pequeños
guetos (tiendas, bares y peluquerías), e indios, con
turbantes de colores y penetrante mirada. En los columpios
minimalistas que han puesto en mi ex-barrio, suelen verse a menudo
niñas vestidas con el sari.
Pero lo que más abunda son las personas mayores. Hay muchas mujeres
solitarias paseando perros a los que hablan como si fuesen niños: «Ven
con la mama», le decía una señora a su pekinés ayer. Muchas de estas
personas se refugian varias horas al día en esos espacios para
pensionistas de La Caixa. A pie de calle, como en un escaparate, se les
ve sentados en esas salas desangeladas, sin hacer nada más que esperar
a que llegue la hora de irse.
Otra cosa que hay por aquí, y que hace que Barcelona parezca
tercermundista, son los repartidores de butano, como Corbacho en la
foto. Van golpeando las bombonas de buena mañana entre los altos
bloques la ciudad del Gas Natural y despertando a todo el mundo.
Mientras escribo esto, veo pasar a dos bandas callejeras huyendo una
de la otra. Son poco más de las nueve de la noche. Tres o cuatro
jóvenes adolescentes escapan de unos diez que corren detrás, con gorras
del revés, pantalones varias tallas por encima de la suya, zapatillas
de deporte y camisetas también enormes, y … bates de béisbol en la
mano. Esto no había sido nunca, ni mucho menos, un barrio marginal de
Barcelona, y ahora me recuerda cada vez más al Bronx. ¿Qué está pasando
en esta ciudad?
Todas las ciudades grandes acabarán pareciéndose, porque han dejado de ser comunidades para convertirse en ecosistemas.
Los niños tendrán que ir vigilados, al menos hasta que puedan integrarse en una manada que les proteja frente a las demás. Eso será especialmente importante en el colegio.
Supongo que Corbacho se habrá ido del barrio, pero ¿quién se lo va a reprochar? Ojalá Buenafuente también quisiera vivir en Reus.
Ayer oà una conversación en el autobús sobre este tema. Una mujer de unos treintaymuchos le decÃa a otra:
–Antes, la delincuencia no era como la de ahora, con estos extranjeros. Cuando veÃan a una persona mayor la dejaban en paz, y ahora no respetan nada. Lo sé por la gente que conozco [ella debÃa ser amiga/familiar de delincuentes, a juzgar por lo que decÃa]. Ahora todos estos extranjeros vienen aquà y se quieren hacer los amos de todo. Pero a mi no me van a echar de mi tierra, hagan lo que hagan.
Es curioso, pero mucha gente de esta tierra –Catalunya– piensa que ella tampoco pertenece a este lugar.
Y también es curioso ese sentimiento de “si yo he llegado antes, me pertenece”, muy tÃpico del ser humano. Ocurre en los trabajos, en los columpios, en los paÃses, ….
José Corbacho comentaba ayer en el programa de Buenafuente que seguÃa viviendo en Hospitalet. A quitarse el sombrero, sobre todo porque sigue demostrando tener sentimiento de comunidad.
Hasta su pelÃcula, “Tapas”, está ambientada (y rodada) en el barrio, y adivino por su acento que su idioma materno no es el catalán, mayor mérito si cabe. Ojalá yo tuviera más facilidad para los idiomas…
“Todos los niños gritan ‘¡Addisu, Addisu!’ Cuando le llevo al colegio, nadie se fija en mÔ. Corbacho considera que este niño etÃope recién adoptado, y no el éxito de Homo Zapping, Tapas o Buenafuente, ha conseguido que 2005 sea su mejor año.
Esperemos que siga los pasos de Clint Eastwood y llegue a alcalde del Hospitalet.