Primer día, primera anécdota lamentable. Esta mañana, llegamos al
colegio después de un mes en Barcelona, y la maestra nos dice: «¡Cuánto
tiempo! ¿Os habéis ido de vacaciones?» Continuó, muy preocupada: «En el colegio
querían dar de baja a la niña, pero yo les dije que esperaran un poco
de tiempo, si no, hubiéseis tenido que ir otra vez al Ayuntamiento a
matricularla». Y añadió: «Y yo lo siento por ella, porque ahora le va a
costar otra vez adaptarse. Ya va desorientada porque desconoce las
rutinas que tenemos cada día».

Entonces recordé una vez que me llamó porque tenían que comprar
tizas y plastilina y necesitaban una firma para lo de los cheques
bancarios del colegio. Y me pregunté por qué para comprar 20 euros de
material me llamaron con urgencia y, en cambio, para dar de baja a la
pequeña ni se lo han planteado.

Ana, volviendo a casa, dijo: «¡Sí que me voy a adaptar!»