Se llama Expresiones Jóvenes.
Su lema: «Ahora… los niños tienen la palabra». Es el primer periódico
digital «de habla hispana producido por y para niños, niñas y
adolescentes». Se hace en Argentina. Su creador y único financiador es
el periodista Óscar Miño, que dice que se le ocurrió la idea para
«llenar el vacío que el periodismo ha establecido con los pequeños,
dejándolos fuera de la información». Miño cree que «las secciones
infantiles que se hacen (para cumplir) en la gran mayoría de los medios
gráficos y digitales sólo responden a consignas marketineras». Tiene
razón, y la idea es muy buena. Lástima que la calidad del producto sea
pobre; la autonomía de los niños sea dudosa; la chispa infantil sea
nula; la originalidad brille por su ausencia; y que, para colmo, esté
todo impregnado de religión. El Papa aparece en la portada del número
cero. Y también esta noticia de ciencia: «Lograron identificar cuál es
la parte del cerebro que se activa en una decisión moral». O esta otra:
«Curioso. En Italia intentaron reconstruir el rostro de Jesús de niño».
También tienen en marcha el proyecto Jóvenes Comunicadores, donde participan niños, niñas y jóvenes, desde 6 años hasta los 17, y que incluye un programa de radio llamado Fronteras de la comunicación.
Se nota demasiado la presencia de los adultos, y no sólo por la ducha
religiosa. Y se les oye refiriéndose a los niños con cierto tono
condescendiente, paternalista, o como si este espacio supuestamente
hecho por ellos fuese una especie de atracción de la feria.
El estilo de programa de radio recuerda a los más simples programas
de provincias. Ráfaga de titulares: «Reina de belleza usará fama para
salvar niñas y enfermas de sida», «La Organización Mundial de la Salud
busca soluciones para el tratamiento del paludismo», «España se coloca
en el puesto número 25 de los países menos corruptos del mundo», … Y
a cada instante hay voces que repiten que son niños los que hay detrás
del micrófono.
Dudo mucho que a los niños les interese tanto repetir que lo son, o
que les divierta imitar el mundo de los mayores de esa forma. Lo
interesante sería dejar que hiciesen las cosas a su manera, pero
nadie se ha atrevido aún a invertir en ese filón.
Otro ejemplo: en el programa de radio, entra una invitada adulta que va a hablar de
recuerdos en un programa titulado Tiempo de niños. La presenta algún
pequeño que no vuelve a oírse hasta el final. La invitada arranca así:
«Buenas tardes, a pesar de que está lloviendo, han venido todos y aquí
están con un coordinador de lujo».
Óscar Miño, el director, se queja de no tener respaldo alguno de la
Dirección Departamental de Escuelas de la ciudad de Concordia
(Argentina), tampoco del Consejo General de Educación de la Provincia
de Entre Ríos, ni mucho menos del Ministerio de Educación de la Nación
Argentina.
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