El de arriba es Prakash Nair, un arquitecto de
escuelas que estuvo hace unos días en Barcelona en el Forum Mundial de Designshare
sobre diseño de colegios innovadores y alternativos. A diferencia de
otros arquitectos que también construyen escuelas, a Nair no sólo le
preocupa el aspecto final que tendrá el centro y el número de espacios
previstos para llenar de alumnos pasivos, sino que piensa en cómo
lograr que el edificio repercuta en una mejor educación, en
el bienestar, en la integración en la comunidad y en el crecimiento personal del alumno.

Nair nació, se crió y estudió en India, pero a principios de los
ochenta acabó en Nueva York supervisando presupuestos billonarios para
la construcción de 100 escuelas y la renovación de otras 500 ya
existentes del New York City School Construction Program. Esa
experiencia le impulsó a dejar un poco de lado la arquitectura y a
interesarse también por lo que pensaban los educadores y los estudiosos
de la educación. «Me encontré con que casi todos ellos estaban de
acuerdo en que para avanzar en el siglo XXI necesitamos un tipo
distinto de sistema educativo. Necesitamos uno que no cree un estándar
sobre lo que cada estudiante debe aprender, sino una educación a medida
para cada alumno ya que no hay dos estudiantes que acaben haciendo lo
mismo en la vida», dijo Nair en una entrevista. A esa educación personalizada se le llama aprendizaje centrado en el estudiante (Student-centered-learning) frente al actual aprendizaje centrado en el profesor, que consiste en que «un puñado de estudiantes van a la escuela a ver cómo trabajan los adultos», dice Nair.

Para que el aprendizaje sea efectivo, dice este experto, «los
estudiantes necesitan formar parte activa de los miembros de la
comunidad y los profesores necesitan convertirse en facilitadores,
mantenerse un paso atrás y permitir que el aprendizaje ocurra de forma
espontánea, de cierta manera incontrolada, impredecible. Eso es lo que
realmente significa aprender. Pero si miras la mayoría de las escuelas
que estamos construyendo son exactamente lo contrario. Están muy
controladas, con entornos muy predecibles. Los edificios de las
escuelas no permiten que los estudiantes hagan algo diferente a lo que
se supone que tienen que hacer en un programa de educación centrado en
el profesor».

Cuando le encargan una nueva escuela, lo primero que hace Nair es
preguntar cómo quieren que se lleve a cabo la educación dentro del
edificio antes que averiguar qué aspecto quieren que tenga. Cambia el
diálogo sobre diseño de contrucción al de aprendizaje, a las demandas
de los niños, a cómo van a tener que adaptarse a este mundo tan
cambiante, a las técnicas que van a necesitar y a lo distintas que son
de las que se usaban hace 40 años.