En las grandes ciudades españolas, cada vez hay más niños mendigos que ni van al colegio ni tienen un pediatra al que acudir. En Alicante, por ejemplo, son sobre todo rumanos, de la etnia romí, especialmente reacios a integrarse.
Nadie tiene datos de cuántos son, sólo se dice que la situación empieza a
ser alarmante. En Madrid, otro ejemplo, en La Cañada Real Galiana, a 10 kilómetros
del centro, hay una especie de ciudad fantasma ilegal en la que viven
entre 30.000 y 40.000 habitantes rodeados de montones de basura y
traficantes de droga. Allí, sin ayuda social ni educación ni sanidad,
viven cientos o miles de niños, nadie sabe cuántos. Desde hace unos
meses, un párroco, un pediatra voluntario jubilado y unos cuantos
voluntarios de Ápice son los únicos que tratan de llevar algo de
oxígeno entre las montañas de escombros, según contó El País.

Los miércoles, pasa consulta el pediatra, Antonio Ortuño, de 68
años. La mayoría no le lleva a sus hijos a no ser que se trate de algo
grave, porque no tienen papeles y tienen miedo de todo lo que suene a
administración. En cambio, aparecen niños de familias españolas,
algunas gitanas, que sí tienen médico asignado pero que está a una hora
de viaje.

El doctor Ortuño dice que la salud de los niños de la Cañada no es
muy buena, que la mayoría está un poco en el límite. No tienen una
higiene y una alimentación adecuadas y sufren más problemas de piel y
trastornos respiratorios que otros niños. Pero desde la Consejería de
Sanidad dicen que como ese barrio no existe legalmente, no pueden
plantearse la construcción de equipamientos sanitarios allí.

Al pediatra le ayuda su mujer, que atiende a las madres y limpia la
consulta que ellos mismos han creado. También le echa una mano un
estudiante de cuarto de medicina, Javier Padilla. En el armario de la
consulta, como si se tratase del tercer mundo, tienen algunas medicinas
básicas y botellas de leche que dan a quien más lo necesita.

«Los niños que vienen a la parroquia viven en situaciones muy dispares,
pero ninguna buena. Hay niños españoles que viven en infraviviendas con
altos índices de fracaso escolar. Luego están los inmigrantes rumanos o
bosnios, muchos de ellos sin escolarizar ni vacunar. Y luego, los que
no vemos, que a saber cómo están, pero que también viven aquí», dijo
Ángel Arrabal, el párroco.