Ayer fuimos de cumpleaños, esta vez era un adulto. Cumplía el padre
de una amiga de Ana. En su casa, salió el tema de la edad, ese que
tanto repele pero atrae a la gente. Uno de los padres invitados, que
está en los 50, decía que cuando él era joven pensaba que alguien de 40
era un vejestorio y que ahora no dá crédito a sus ojos, que se siente
joven, que no se lo explica, que le hace feliz que le tutéen y le
fastidia que le llamen “señor”.
Contó una anecdota que le ocurrió en el aeropuerto la semana pasada.
Iban un par de mujeres delante de él, en la cinta, de unos 30 años y
«que estaban muy bien». Entre las chicas y él, iban dos jóvenes. Uno de
ellos le dijo al otro, refiriéndose a una de las chicas: «Fíjate, ahora
hasta las viejas llevan tanga». Nuestro amigo estaba horrorizado. ¿Cómo
que viejas?, decía.
Más tarde, en el restaurante, sacamos los colores y papeles para las
peques, que, como siempre, se pusieron a pintar felizmente y con
decisión, sin importarles el resultado. Todavía no han llegado a la
etapa de la vida en la que a uno le examinan de todo.
. Propuse que hiciésemos lo mismo, que dibujásemos algo, pero todos
se echaron las manos a la cabeza. «No, no, qué va… yo no sé
dibujar…» Al final, lo conseguí. Aquí están los dibujos. Sólo diré
que habían tres mujeres de entre 35 y 41 años. Una de 68. Dos hombres
de 52, uno de 40 y otro de 35. Imposible saber de quién es cada uno por
la edad, ¿verdad? En algunos casos, son los mismos dibujos que debían
hacer a los 12 o 15.
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