Han ejecutado en California a Clarence Ray Allen, el preso más
anciano
del corredor de la muerte, a la mañana siguiente de cumplir 76 años. El
hombre estaba ciego, casi sordo, diabético e iba en silla de ruedas. El
pasado septiembre, le dió un ataque al corazón pero le operaron y se
recuperó. Más tarde, pidió que si le daba un nuevo
ataque antes del fatídico día le dejaran morir, pero se lo
denegaron.

Cuando llegó el momento de ser conducido hacia la cámara, y aunque
estaba legalmente ciego, levantó la cabeza para buscar a los familiares
que había invitado a la ejecución y dijo: «I love you». Añadió una
expresión india, haciendo honor a su cultura: «Hoka hey, it’s a
good day to die».(Adelante, es un buen día para morir).  Hoka hey es una expresión sioux, famosa porque la pronunció Caballo Loco para exhortar a sus tropas.

En la ejecución, Allen llevaba una cinta en su frente, una bolsa de medicina en su
cuello y una pluma de águila en su pecho. Dos consejeros espirituales
indio-americanos fueron a visitarle unas horas antes de la ejecución.

Allen estaba condenado a muerte por organizar el asesinato de cuatro
personas. Su última declaración, leída por su abogado, decía que había
disfrutado su última comida: bistec de búfalo, pollo frito, pan indio,
helado y tarta de pecan sin azúcar.