Este medio día he visto a un grupo de jubilados de los muchos que
vienen a esta zona a pasar unos días. Eran tres parejas de andaluces
que parecían sacados de Omaíta. Entraron al tranvía gritando y uno de
ellos contaba chistes sin parar. Los demás, y también él, reían a
carcajadas como si fuesen a explotar de tanta gracia que les hacían. Yo
no conseguí ni esbozar una sonrisa, más bien lo contrario. Uno de los
chistes era así:
«A un niño le pegan un guantazo en el colegio y vuelve corriendo a
su casa. Le dice a sus padres: “Pedro me ha pegado y me ha llamado
maricón”. Sus padres le contestaron: “Pues devuélvele el tortazo”. Pero
el niño dijo: “Es que es tan guapo…”
Miré al que contaba los chistes para ver qué aspecto tenía. Estaba
colorado de tanto reírse, y empezó a explicar el chiste. «Le daba igual
que le pegaran, porque decía que era guapo…» Y seguía riendo, y
riendo, haciendo botar su redonda barriga sobre el asiento del tranvía.
Llevaba unas gafas de montura metálica incrustadas en los mofletes y su
ropa parecía almidonada.
Después, se pusieron a hablar del buffet libre del hotel donde
estaban y de cómo uno de ellos atacaba los platos. Y seguían riendo y molestando con su ruido.
Ellos también votan.
Se supone que las personas mayores deben ser un ejemplo en el comportamiento público. Aquà ha habido apologÃa del bullying, de la violencia fÃsica y de la homofobia, todo en un mismo chiste. Espero que no hayan tenido hijos.
SÃ, sà que tenÃan. El único momento en el que dejaron de reÃrse fue para mencionar que su hija les habÃa dicho que habÃa estado aquà antes y le gustó el sitio.
Es curioso, igual que cada vez se respeta menos a los mayores, tenemos cada vez mayores menos respetuosos. En ciertos lugares de atención al público temen la llegada de excursiones de jubilados.
Entonces, ¿les quitamos el derecho de voto? 🙂
Vale! Y asà volverán a ser niños.
Bueno, no. Propongo algo mejor: que también voten los niños (o sus padres por ellos), que también viajen gratis y que también tengan una pensión (en forma de bonos, vales, cheques, …) para poder pagar sus estudios donde sus padres crean conveniente.
PodrÃan también obtener descuentos, ofertas y trato exquisito en los mejores centros educativos, con buffet libre. Y les saldrÃa por dos duros ir a visitar el Museo de Historia Natural, en lugar de tener que esperar a que el Ayuntamiento de turno les conceda el privilegio de llevarles en autocar a una exposición de dinosaurios de 50 metros cuadrados con esqueletos de plástico y funcionarios fósiles.
No es lógico que se trate como a curas sólo a los que les quedan dos telediarios y que expriman, depriman y ninguneen a los de cuatro, cinco o doce años.
Es cierto, cada vez se respeta menos a los mayores, pero los de los chistecitos debÃan pertenecer al autocar de los más temibles.
He pasado varios minutos en releer el artÃculo y los sucesivos ‘posts’ y no he encontrado el objetivo real del mismo.
Me explico, pensaba al comienzo que se avisaba sobre la posibilidad de que en este tipo de personas, homófobas y que ven en la violencia algo jocoso, se camuflan unos peligrosos votantes.
Sin embargo, creo que llego al final entreviendo que el problema son las ventajas que tienen, con respecto al resto, para los pocos informativos que les quedan… Creo que nos circundan todo tipo de ejemplos de seres humanos a los que no seguir, pero en cada etapa de la vida tenemos representantes de este grupo de amantes del sin sentido, no son exclusivo de este rango viajero.
Los pequeños tienen descuentos, rebajas, exenciones de pago (hasta ciertas edades)… no pongo en duda que su vida comienza con adversidades y desventajas. Ahà llegan los padres, sus padres, para darles lo mejor y luchar por ellos.
La vejez se ve a veces más o menos cercana, quizás cuando se la siente lejos, uno puede sacar su peto e indiferencia ante ella, aunque nunca se sabe ¿cuál será nuestro último telediario?
¿Dónde se ha dicho que el problema está en las ventajas que tienen los mayores para los pocos telediarios que les quedan? En ningún sitio. Corramos un tupido velo y pensemos que el “objetivo real” sólo era contar una anécdota de unos gamberros que, casualmente, eran abuelos.
Lo demás, ya lo ha dicho Nicolau.