A propósito de la Supernanny, el interesante programa sobre cómo
educar a los hijos, existe una película muy recomendable titulada Parenthood
(1989). Como su propio título indica, trata de la paternidad, aunque en
este caso no prentende enseñar nada a nadie, sólo muestra los problemas
más típicos que acarrean los hijos a los padres, y viceversa. Son
varias historias paralelas, distintos ejemplos de cómo abordar la paternidad.

En español, se tradujo como “Dulce hogar, a veces”. El protagonista es Gill
Buckman (Steve Martin), un excelente padre de tres niños, con mujer,
hermanos, sobrinos, padres, una abuela, y un empleo que no está en su
mejor momento.

La escena inicial es muy buena: Gill está
sentado en unas gradas recordando cómo su padre
le llevaba a ver un partido sólo el día de su cumpleaños y le dejaba al
cuidado de
cualquier acomodador mientras él se iba a hacer otras cosas. A quien
vemos es a Gill de niño analizando su situación con el acomodador como
si
fuese el Gill adulto. Gill se juró que sería un padre distinto al suyo
propio, pero eso no le salvó de los problemas. A pesar de su
dedicación, de su amor, en el colegio le dicen que su hijo mayor
necesita ir al terapeuta.

Helen, la hermana de Gill (interpretada por la excelente Dianne
Wiest), tiene dos hijos adolescentes bastante problemáticos. Su marido
se marchó hace años y ni se acuerda de ellos. En cierta ocasión, Helen habla con el chico que va con su hija (Tod,
interpretado por Keanu Reeves)
sobre su hijo pequeño. El comentario de Tod nos hace pensar en Alba y en los cientos de miles de niños que estarán en una situación parecida:

Helen: Supongo que un chico de su edad necesita un hombre en casa.

Tod: Sí… Bueno, depende del hombre. Había uno en la mía. Me
despertaba por las mañanas tirándome cigarrillos encendidos… «¡Eh,
hijo puta! ¡Levántate y prepara el desayuno!»… ¿Sabe, señora Buckman?
Necesitas licencia para tener un perro, o para conducir. Necesitas
licencia hasta para pescar, pero dejan que cualquier hijo de puta sea
tu padre.