No fue un abandono del blog, sino una especie de escapada en estampida.
Han sido
dos semanas de desconexión total en todos los sentidos: ni Internet, ni
televisión, ni teléfono (perdí el móvil, cosas del subconsciente), ni
prensa, … En nuestro rincón de retiro sólo había campo, viento,
juegos de mesa junto al fuego, bailes «con música fuerte», … Ha sido
como hacer un “Reset”, un reajuste del cerebro. Ana se ha comportado
como suele hacer cuando no va al cole, o sea, con normalidad, con
tranquilidad. Qué bueno es eso del descanso, de las siestas, del
despertar natural, sin horarios, … Y parecía que crecía mucho más
deprisa. Más de una vez he estado a punto de decirle —como en la
película Parenthood— «no hablas como una niña de cuatro años» (como si
yo supiera cómo tiene que hablar una niña de cuatro años). Tampoco
ha moqueado
en dos semanas y no tiene ni un sólo morado en las piernas. Mañana
volverá a la pequeña lucha de poderes, de porrazos y de
infecciones:  al mundo “real”.