Cancelé este blog en marzo y quité unas entradas sobre nuestra experiencia personal en la anterior escuela. Las escribí con tono de sátira, es cierto, pero era el único registro que me quedaba para referirme a un centro tan frustrante y perjudicial para los niños. Había tantos “educadores” inútiles allí reunidos, cobrando sueldos indecentes por ignorar a los alumnos y a sus familias, que he de decir que la sátira fue toda una deferencia por mi parte.
Ahora, con la distancia, veo que fuimos extraordinariamente tolerantes desde el principio. Debimos haber tirado la toalla mucho antes, pero esperamos hasta el final, supongo que porque no dábamos crédito a nuestros ojos y oídos. Así que el nivel de frustración al final era demasiado alto, y la sátira fue algo completamente natural.
Después de irnos, visitamos varias escuelas lejos de allí. Tuvimos interminables e interesantísimas charlas con directores de colegio, algunos de ellos brillantes y entregados a la causa de la educación (otros no tanto). Y vimos que había mundo más allá de las murallas del anterior colegio. Al final, elegimos un centro y empezó la nueva vida.
Ana estaba acostumbrada a trabajar con una muy baja exigencia, porque, como digo, había tenido hasta entonces “educadores” que no educaban (ni siquiera eran capaces de hacer que los niños saliesen contentos de clase). Había sido como una cárcel de muros infranqueables.
Al llegar al nuevo colegio, la sensación general fue la de estar en un curso más avanzado, aunque era el mismo. Los niños de su nueva clase parecían mayores que los del colegio anterior, en gustos, en la forma de expresarse, en la forma de comportarse, en la forma de reaccionar, … Mayores en el buen sentido, claro. Eran niños capaces de pensar por sí mismos. No les habían “idiotizado”.
Por fin, un profesor invitaba a Ana a sentirse responsable y orgullosa de su trabajo y de sus logros personales. ¡Por fin recibía estímulo intelectual, por fin tenía algún reto que cumplir! ¿Es tanto pedir durante el horario escolar? ¿No es a eso a lo que se va al colegio?
Se cumplieron todas nuestras espectativas, y muchas más. Mereció la pena. Y yo pensé: ¡Misión cumplida!
Decicí quitar las entradas “polémicas”, a pesar del éxito inesperado que tuvieron. Pero las volveré a poner en el futuro, como hizo Roald Dahl con su propio colegio, al que describió en Boy.
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