Salgo del letargo para aceptar gustosamente la invitación de Wonka para lo de la rueda de los cinco hábitos extraños. Este es el reglamento del juego: «El primer jugador de este juego
inicia su mensaje con el título “5 extraños hábitos tuyos”, y las
personas que son invitadas a escribir un mensaje en su respectivo blog
a propósito de sus extraños hábitos deben también indicar claramente
este reglamento. Al final, debéis escoger 5 nuevas personas a indicar y
añadir el link de su blog o diario web. No olvidéis dejar un comentario
en su blog o diario web diciendo “Has sido elegido” y decidles que lean
el vuestro.»

Lo difícil es saber diferenciar un hábito de un síntoma. Para el
obsesivo compulsivo ¿es un hábito lavarse las manos 200 veces al
día? 

Ahí van mis cinco:

1. Tengo el raro hábito de nadar contracorriente. Eso produce
momentos de esplendorosa alegría en mi vida y otros de gran
agotamiento. Entre otras cosas, este hábito me llevó a dejar un empleo
con buen sueldo, cierto reconocimiento social y contrato fijo por el hecho de que mi jefe y mis compañeros de trabajo eran
un atajo de hienas. La corriente dice que lo normal sería soportarlos toda la vida y pagar una hipoteca hasta los 65 años.

2. Siempre estornudo tres veces seguidas. Jamás lo he hecho sólo una vez.

3. Siempre pido ver fotos de la gente. Es una curiosa forma de conocerles más y mejor. Y tengo un gran interés por las fotos
de la infancia de todo el mundo. Me divierte tratar de encontrar
parecidos con sus hijos o algún gesto que todavía conservan de cuando
eran niños. También me gusta ver fotos antiguas de desconocidos e
imaginar quiénes eran y cómo fue su vida.

4. Veo como íntimo lo que para otras personas es motivo de fiesta
multitudinaria. Por ejemplo, ni los nacimientos ni las bodas me parecen
motivo de grandes celebraciones públicas. En cambio me gusta hacer una fiesta en un día en
el que no pasa absolutamente nada y celebrar cosas que, al parecer, sólo entienden y disfrutan los más pequeños.

5. Tengo muchas libretas donde apunto lo que tengo que
hacer (debido a mi mala memoria) o lo me gustaría hacer; o también lo que
me ha llamado la atención. Las suelo perder
y después las encuentro en sitios raros, con esas listas de “deberes”
incumplidos y con
frases y notas de todo tipo: «Una mujer en el metro dijo a otra:
“Leo un libro porque así no pienso en nada”»; «El romántico cerebro de
Víctor Hugo pesaba 2.250 gramos (casi un kilo más de lo normal),
mientras que el del premio nobel de literatura de 1921 Anatole France,
apenas pesaba un kilo»; «Desfibrilación. Es posible que después de
tantos años y de tantas palabras necesites que te encarrilen. Como
reformatear un disco duro.» (Doctor en Alaska); «Lo único que me
fastidia de morirme ahora es que estaba leyendo Moby Dick y me quedo
sin saber qué pasa al final.» (Zellig, W. Allen);  …

Y ahora tengo que invitar a cinco personas (con blog) para seguir la rueda. Sólo se me ocurren cuatro:

1. Arcadi Espada. Su
millonario blog es conocido por todos. También
fue profesor mí­o en la Pompeu Fabra. Otra cosa es que conteste a la
invitación. Recuerdo que gracias a él leí a grandes autores del
periodismo español. Pero también recuerdo que todo el mundo le temía
porque convirtió su asignatura en un hueso duro de roer. Un comentario
suyo: «Esto de la juventud está muy bien, pero yo de ustedes me la
quitaría de encima cuanto antes».

2. Javier Ortiz, un gran columnista del diario El Mundo y agradable persona.

3. Josu, de Malaprensa. He
visto que nadie le ha invitado todaví­a al juego, y he pensado que
quizás le agradaría un descanso entre tantas votaciones, estadísticas y
errores periodísticos.

4. Juyma, el portavoz de las ocurrencias del duendecillo.