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Un día, dos directivos de nuestro nuevo colegio me dieron una asombrosa noticia: les había llamado una mujer anónima para darles el enlace de mi blog y, según ellos, parecía tener clara intención de perjudicar. No me contaron más detalles, sólo que no se quiso identificar.

Mientras hablábamos, debían estar preguntándose con qué tipo de gentuza nos habíamos mezclado para conocer a alguien así. Y eso mismo me estaba preguntando yo. ¿Quién había sido? No fue nadie de la dirección de la anterior escuela, según ellos, porque todos los colegios se comunican entre sí cuando hay un traslado y ya lo habían hecho cuando llamó esta mujer. Entonces, ¡debió ser una madre!

Obviamente, fue alguien a la que le molestó alguna crítica que hice en el blog. Supongo que les dió los enlaces esperando a que aquí se asustaran por tener a una madre con “dotes satíricas” en sus filas. No se me ocurre otra explicación para la diabólica llamada.

Se me olvidó contarles a los del colegio que la mujer de la que sospecho es sólo una mala persona con la que tuve la mala suerte de coincidir en aquel centro. La guinda envenenada del pastel.