Cada mañana, en los bares, se ven grupos de compañeros de trabajo, trajeados, que acaban desfilando por la caja, de uno en uno: “Yo un café”, “Jo un tallat”, “Yo un café con leche y un cruasán”, “Jo un entrepà de formatge i un aigua”,… Y cada uno se paga lo suyo.
Los camareros están acostumbrados, y te preguntan siempre “¿Junto o separado?”, aunque vayas con tu madre. Después de pasar muchos años fuera, ahora esta costumbre catalana me choca hasta a mi.
Otra cosa chocante es que puedes coincidir cada mañana durante años con las mismas personas en el mismo bar, mesa con mesa, y jamás hablas con ellos. Ni un hola, ni un adiós, ni un pequeño gesto. Nada.
Cuando yo era niña, solía ir siempre a comprar material escolar a la palelería de la señora Maria. Era una mujer muy agradable, igual que su marido. Pero en la tienda. Si me veía por la calle, jamás me saludaba. Pasaba por mi lado como si no me conociera de nada. No era estupidez o desaire, sino algo absolutamente normal.
Por eso, cuando te crías aquí y sales una temporada a trabajar fuera, es bastante común que te tomen por una persona muy seria, o incluso estirada. Y no se trata de eso, es sólo que aquí cada uno va a lo suyo y te acostumbras a vivir sin traspasar la frontera del territorio ajeno.
Pronto empezarán a aparecer casos como el de esta croata, encontrada cuarenta y dos años después de muerta
Muy buena la cita de la mujer que todavÃa la recuerda (tenÃa nueve años cuando dieron a la pobre mujer por desaparecida):
“I still remember her. She was a quiet woman who kept herself to herself but was polite. We all thought that she had just moved out and gone to live with relatives.”
Qué malo es eso de dar por sentadas las cosas…