«A finales de los años sesenta, una realizadora de televisión llamada
Joan Gantz Cooney se propuso extender una nueva epidemia. Su objetivo
era la población infantil de entre tres y cinco años, el agente
infeccioso sería la televisión, y el “virus” que quería propagar, la
alfabetización.
Ideó un programa de una hora de duración que se podría
ver cinco días a la semana. Su intención era hacerlo lo más contagioso
posible, con la esperanza de alcanzar el punto clave de un fenómeno
educativo: el de ofrecer apoyo en los primeros cursos del colegio a los
niños y niñas de los hogares con menos recursos, y propagar valores que
favorecieran el aprendizaje y la alfabetización tanto entre los
espectadores del programa como entre quienes no lo vieran, es decir,
contagiar a los padres a través de los niños, con un efecto que durara
cuando los niños no estuvieran viendo el programa.
Seguramente, Cooney
no habría usado estos términos para describir sus objetivos. Sin
embargo, lo que se proponía era, en esencia, crear una epidemia de
alfabetización, para contrarrestar las epidemias, más extendidas, de
pobreza y analfabetismo. Y bautizó su idea con el nombre de Barrio Sésamo. (…)
A pesar de todo, Cooney, Lesser [Gerald Lesser, psicólogo de la Universidad de Harvard] y un tercer colaborador, Lloyd Morrisett (de la Fundación Markle,
de Nueva York), se pusieron manos a la obra. Enrolaron en su proyecto a
los crativos más importantes del momento. Para instruir a los niños
acerca de los números usaron las técnicas empleadas en publicidad. Para
enseñar el alfabeto utilizaron el tipo de animaciones en directo de los
dibujos animados de los sábados por la mañana. Invitaron a personajes
famosos para que cantaran, bailaran y protagonizaran escenas en las que
se instruía a los niños acerca de las virtudes de la cooperación o
acerca de las emociones.
Barrio Sésamo
se marcó metas más altas e hizo esfuerzos mayores que cualquier otro
programa infantil hasta la fecha, y lo más increíble es que
funcionó.Cada vez que se ha querido evaluar la calidad educativa de Barrio Sésamo
(y hay que señalar que ha sido el programa más analizado por el mundo
académico en toda la historia de la televisión) ha quedado claro que
ayuda a mejorar la lectura y el aprendizaje de sus espectadores.
(…)
Aquellos profesionales descubrieron que si realizaban ajustes
mínimos, pero incisivos, en la manera de presentar sus ideas a los
niños y niñas en edad preescolar podrían vencer la debilidad de la
televisión como herramienta educativa y convertir en memorable su nuevo
estilo. Barrio Sésamo triunfó porque supo ser un programa de televisión
con gancho».
«The tipping point. Cómo pequeñas cosas pueden provocar una gran diferencia», de Malcolm Glandwell.
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