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El joven de la foto, Erik Demaine,
fue educado por su padre en casa, o, mejor dicho, en las múltiples
casas por las que pasaron. De pequeño, él y Martin –su padre, un
artista del cristal– viajaron alrededor de Estados Unidos cambiando de
residencia un par de veces al año. A los 12 años, empezó a intersarse
por los juegos de ordenador, más tarde por la programación y después
por las matemáticas, y convenció a los de la Dalhousie University
de Halifax, de la canadiense Nueva Escocia (donde Erik nació en 1981),
para que le dejaran asistir a clase de Ciencias de la Computación. Se
doctoró a los 20 años y se convirtió, poco más tarde, en el profesor
más joven del MIT (Massachusetts
Institute of Technology). Y, dicho sea de paso, su padre empezó a
interesarse por los mismos temas, devoró los mismo libros y le
acompañaba a las conferencias.

Hoy, con sólo 23 años, es noticia en las
páginas del New York Times porque se ha convertido en un prometedor teórico del nuevo campo de origami matemático,
el estudio formal de lo que se puede hacer plegando un pedazo de papel.
Erik es uno de los investigadores más
destacados en el mundo de la computación.

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El dr. Joseph O’Rourke, un matemático del Smith College,
de Massachusetts, EEUU, que colabora con Erik Demaine desde que éste
tenía 16 años, dijo al New York Times que a Erik le encanta trabajar
con la gente, «tiene un muy amplio entendimiento de un extenso número
de temas y a menudo ofrece ideas que parecen descabelladas al principio
pero que siempre ayudan a enriquecer aquello que estés haciendo».

En el
despacho de Erik hay algunas piezas de cristal diseñadas por él y por
su padre, que ahora es un investigador más en su laboratorio.
Han escrito 43 papers juntos,
y el señor Demaine dirije un taller sobre inflado de vidrio en el MIT
al que Erik asiste como alumno.

Me pregunto si la libertad que parece
haber experimentado Erik de niño ha influído en el desarrollo de su mente maravillosa.