ruan

«Crecí en una zona rural, y cada mañana antes de ir al
colegio tenía que levantarme temprano para ir a por agua al río. Era
tan doloroso hacer equilibrios para llevarla sobre tu cabeza. Cada vez
que vuelvo a mi pueblo, veo niñas y mujeres que siguen haciendo lo
mismo», dice Odette Nyiramirimo (foto de arriba), directora del comité
de asuntos sociales y derechos humanos del Senado de Ruanda. Ahora
sueña con importar mulas para que acarreen ellas el peso, según se lee
hoy en el New York
Times
.

En el parlamento de Ruanda hay un porcentaje de mujeres mayor que en el
de cualquier país del mundo, incluyendo los más avanzados: Suecia,
Dinamarca o Noruega. Ocupan el 48,8% de los escaños de la Cámara Baja.
No se trata de un matriarcado sino todo lo contrario. La representación
femenina se debe sólo a la masacre que hubo hace una década entre
tutsis y hutus. Antes de la guerra, todas pensaban que sus maridos eran
los que tenían que cuidarlas. Después, quedó un asombroso ratio de 7
mujeres por cada hombre. Era imposible que no se empezaran a oír sus
voces. Tenían que empezar a cuidarse ellas solas.
Ruanda sigue siendo un país pobre y con una de las tasas más altas de
moralidad infantil y analfabetismo. La mayoría de mujeres se quedaron
solas tras el genocidio y ahora tienen que criar a hijos que no son los
suyos y que quedaron huérfanos tras la masacre. Por si fuera poco,
muchas de estas mujeres tienen sida, que les fue transmitido después de
las brutales violaciones durante la guerra. Y los niños que
sobrevivieron al genocidio tienen trastornos emocionales graves.