La recién estrenada Las tortugas también vuelan
está protagonizada por niños kurdo-iraquíes
que no son actores y que vivían realmente en un escenario como el que
muestra la película durante la invasión de Irak por los Estados
Unidos. Son cientos de niños, muchos de ellos huérfanos y mutilados,
que malvivieron en tiendas de campaña en la frontera entre Irán y
Turquía sin saber nada sobre la guerra que se avecinaba y recogiendo
bombas antipersona para vendérselas a la ONU.

Sin embargo, a pesar de la terrible dureza que palpita debajo de cada
personaje y de todo el pueblo, el director y guionista kurdo Bahman Ghobadi
ha sido capaz de contarlo de una forma bella. Hay muchos toques de
humor en el día a día de ese pequeño pueblo, obsesionado
por instalar una parabólica para poder enterarse de los planes del
señor Bush. Es un poco de azúcar para pasar esta amarga historia.

El pequeño Soran (foto central), de trece años, al que todos llaman
Satélite, es el que monta las antenas y traduce las
noticias a su manera. Es un líder para los pequeños. También hay dos
hermanos que llegan de un pueblo vecino: un niño sin brazos que
tiene premoniciones y una niña de rostro triste (foto derecha) que
lleva siempre colgado de su espalda a un
niño ciego de tres años. Casi al final de la película se desvela cuál es la
relación entre la muchacha y el pequeño. Ella protagoniza la parte más
cruda del film, y su lento caminar con el niño siempre a cuestas explica el título.

Ghobadi visitó Bagdad dos semanas después de que Estados Unidos invadieran Irak
y al encontrar la situación de los
habitantes de la capital, especialmente los niños, pensó en hacer esta película:

«Vi muchas atrocidades en la vida de la gente, y especialmente en la de
los niños, que siempre son las primeras víctimas y de los que nadie se
ocupaba. Yo quería hacer una película contra la guerra. De regreso a
Irán, al revisar el material que había grabado, decidí volver y hacer
una película en la que apareciera todo lo que me había alterado:
terrenos minados, niños mutilados, gente perdida, la inseguridad…
Entonces volví y me fui a vivir con los niños para sentirme más cerca
de ellos.»

El resultado es Las tortugas también vuelan, una película que ganó el principal premio del pasado Festival de San Sebastián, la Concha de Oro.

Nota feliz, de la entrevista a Ghobadi:

«Lo mínimo que podía hacer era ayudar de alguna manera, lo
mínimo era llevar conmigo a Irán a ese chico de tres años
que no veía, y allí le operaron. Ha recuperado la visión,
ahora es bizco pero con otra operación que hagamos en Irán
va a recuperar totalmente su visión y dejará de parpadear
el ojo. Y una cosa por la que estoy muy contento, es que la primera vez
que se proyectó la película en Irán este chico ya
podía ver, y vio su película.

Satélite, el “antenista” de la película, ha decidido
entrar al mundo del cine. Yo le estoy ayudando, le estoy facilitando libros,
le estoy enseñando y creo que va a ser un gran cineasta. La chica,
que se llama Agri, con mi ayuda ha encontrado trabajo en la televisión
local de Kurdistán, mientras ella quiera estará en la televisión
kurda trabajando como locutora, como periodista.

El gobierno provisional
del Kurdistán ha prometido ayudar económicamente al chico
manco y al que había perdido la pierna, con la condición
que salgan de las calles y que se pongan a estudiar; y va ha sufragar
todos los gastos y la curación de estos chicos. Y al chico que
había perdido el brazo le queda un mes para que lo envíen
a Alemania para construirle una prótesis para recuperar el movimiento
de su mano y vivir de una forma normal.»

Un periodista le dijo que los personajes no hablan como niños. Esta fue la respuesta de Ghobadi:

«Quizás no sea aceptable para una persona occidental, pero para un
kurdo sí. La historia es la siguiente: tu vives en un país
occidental, vives en Madrid, más o menos tienes todas las comodidades,
ellos son kurdos, viven en el Kurdistán, su deseo es tener una sala
como esta que tú tienes a miles.

Yo perdí a mi padre a los quince años y tuve que trabajar
para ocho personas más. No es sólo mi historia, es propia
de muchos kurdos. Estoy convencido de que nosotros los kurdos cuando nacemos
no tenemos infancia, de cero días de edad pasamos a veinte años.
Nos han quitado y arrebatado la infancia. Nos tenemos que hacer mayores
por la fuerza. Estos niños son gente madura, son gente mayor en
cuerpos infantiles y adolescentes. Sus conversaciones son de adolescentes
que por fuerza se tienen que hacer mayores. A pesar de sus problemas y
de sus deficiencias físicas y sociales ver su sonrisa me ayudó
muchísimo.

Irak es un país muy rico, tiene muchas más riquezas naturales
que España y otros países ¿Por qué durante
cuatro décadas ponen a un tirano a presidir Irak, como líder
de un país, un país muy rico? Y esta riqueza que es de cada
uno de estos niños, se las arrebatan, se las llevan a occidente,
a los países de Europa, a Estados Unidos. Saben que la empresa
mas rentable del mundo es la empresa de armamento, que es convertir chatarra
en elementos que puedan destruir y dominar pueblos. Están vendiéndonos
elementos que son dañinos para dominarnos y para robarnos. Mandan
armamento, mandan minas antipersonales, les quitan el brazo, les quitan
la pierna, les quitan el ojo, les quitan la infancia, ¿Cómo
no va a hablar un adolescente como un adulto?»

En homenaje del pueblo kurdo.