André Antibi es un profesor que lleva años comprobando un
hecho: que un maestro no tiene prestigio si no suspende a cierto porcentaje de
alumnos. Ha bautizado el fenómeno como La constante macabra,
y ha escrito un libro con el mismo título que ha financiado él mismo
y ha obtenido un éxito abrumador en Francia. Antibi dice que veía
normal hace 20 años que el trabajo del profesor
fuese seleccionar a los mejores, pero añade que en este momento está
llegando
al absurdo en Francia, donde es frecuente obtener notas por debajo de
cero en asignaturas como Filosofía.
«Lo que yo llamo la constante macabra es el promedio constante de
notas malas que el profesorado tiende a poner porque piensa que así
hace mejor su labor y está mejor considerado. En Francia muchos
docentes la aplican inconscientemente. Yo mismo la empleé durante 20
años. Confieso que pensaba que hacía mejor mi trabajo si mi clase
obtenía un número mínimo de notas bajas… Los propios profesores
construimos un baremo y hacemos todo lo posible para que sea así»,
explicó Antibi a El Correo Gallego.
En España, según el presidente de AGAPEMA
(Asociación Galega de Profesores de Educación Matemática), Manuel Díaz
Regueiro, ocurre algo parecido, y los docentes lo «asumen
inconscientemente».
En el libro, Antibi denuncia que se hacen exámenes
deliberadamente complejos y largos y se imponen limitaciones de tiempo y espacio
injustificadas. Y todo esto, según André, provoca suspensos
«artificiales» y desmotivación en la mayoría de la clase. Asegura que
Francia es el país con más estudiantes estresados.
Para frenar este fenómeno, algunos profesores están probando el
sistema de evaluación por “contratos de confianza”, que consiste en
decir a los alumnos qué tipo de examen tendrán que realizar. Los
profesores han comprobado que de este modo los estudiantes se preparan mucho
más porque lo hacen con la confianza de que les servirá para aprobar y
su esfuerzo no será en balde.
El libro ha movido los cimientos de la educación en el país galo y
se han creado organizaciones educativas que pronto tendrán el apoyo del
Ministerio de Educación francés, según el propio Antibi.
André Antibi
Antibi es director del Institut de Recherche pour l’Enseignement des Mathématiques
(IREM) de Toulouse, dedicado a la mejora en la enseñanza de las
ciencias exactas. Recientemente ha participado en Santiago de
Compostela en las Xornadas sobre Educación Matemática, organizadas por
la Consellería de Educación, la AGAPEMA, la Federación Española de Sociedades de
Profesores de Matemáticas, la Real Sociedad Matemática Española y la
Sociedad Española de Investigación en Educación Matemática.
Los alumnos deberÃan tener derecho a un juicio justo: una evaluación independiente de sus conocimientos. Sus profesores nunca pueden tener la objetividad suficiente para criticar, y deberÃan sólo ayudar.
En la universidad donde yo estudié, el nombre nunca aparecÃa en los exámenes: sólo se escribÃa el número de candidato. También habÃa un examinador interno y otro externo. ¿Por qué no hacerlo igual en el colegio?
¿Estudiaste en España? No me suena que esa buena costumbre se practique aquÃ.
Una pregunta, ¿por qué necesariamente el concepto de evaluación a de ir unido al de examen?
Otra, ¿por qué jugarse todo a una?, ¿de qué sirve el trabajo constante si el extres y la presión que rodea al examen puede hacer que incluso el chico más estudioso y responsable puede quedarse en blanco? o el echo de que “caiga” un tema y no otro marca el aprobado o el suspenso.
Y, una tercera ¿aprobar es = a saber?
Me da que la respuesta es que el examen es lo que menos trabajo les da.
El profesor deberÃa ser un testigo a favor del alumno en el proceso de evaluación. En el que tuve yo en la universidad habÃa ensayos, proyectos y dos unseen papers, lo más parecido a los exámenes tradicionales españoles. Nótese: dos en toda la carrera. Estaban considerando si me daban un tÃtulo y con qué calificación, no si merecÃa el premio a la regularidad memorÃstica estudiantil.
En España las cosas en este sentido no tienen ninguna pinta de cambiar, la LOGSE primaba una extraña especie de promoción espontánea o lo que es lo mismo “escurrir el bulto y que pringue el siguiente”, que el siguiente proyecto de ley cambiaba por aquello de “premiar el esfuerzo” y que cuando uno leÃa la letra pequeña, se traducÃa en “compite, memoriza y si no llegas repites”.
Ya apuntaba en otro mensaje de esta página que los maestros de hoy no difieren en nada de los del siglo XVII, si acaso en que cambiaron la tiza por el veleda (en algunos casos), ¿os imaginais un avance similar, por ej., en la medicina?
Mi niño de 4 años cree que aprender es copiar muchas veces una letra, el otro dÃa mirábamos juntos un poster con el alfabeto que hay en su habitación de jugar, él me estaba enseñando las letras que ya se sabe, “mira, mamá -decÃa- la a, la e, la i, la o y la u, esta es la m y esa la p”, “¿nada más?” le pregunté, pues jungando con él ya le hemos enseñado a leer palabras sencillas y conoce casi todas las letras, “Bueno, -contesta-, estas son la …(y me las va nombrando todas), pero esas no las he aprendido”
Y, hasta ahora todos estos comentarios parten de la base de que estamos hablando de niños sin ninguna dificultad o necesidad educativa especial, pero ¿qué pasa con ellos?.
Si analizamos la legislación vigente, nos damos cuenta que según la LOGSE, la actividad educativa debe desarrollarse atendiendo a unos principios: formación personalizada, que propicie una educación integral en conocimientos, destrezas y valores morales de los alumnos en todos los ámbitos de la vida, personal, familiar, social y profesional; la participación y colaboración de los padres o tutores para contribuir a la mejor consecución de los objetivos educativos; el desarrollo de las capacidades creativas y del espÃritu critico; el fomento de los hábitos de comportamiento democrático, etc. Sin embargo nadie se preocupa de que se cumplan estos principios, el noventa por cien de las escuelas sigue una metodologÃa tradicional en la que todos los niños llevan el mismo libro y van por la misma página, por lo que queda olvidada la formación personalizada, respecto a la participación de padres y tutores, en esta misma página se llegó a la conclusión de que a los padres les dejan colaborar o participar cuanto a penas, tampoco fomentan el espÃritu crÃtico ya que no dialogan sobre los temas, sólo memorizan, además, la LOGSE también dice que se deben de evaluar los procesos de enseñanza-aprendizaje y por supuesto parece que las escuelas no saben muy bien lo que significa este párrafo.
Cada vez que cambian las leyes hay un párrafo parecido a éste, ya que según los expertos asà se conseguirÃa una educación de calidad, sin embargo, ninguna ley a hecho hincapié en que estos principios se cumplan, simplemente se limitan a cambiar aspectos como exámenes, promociones de curso, etc. como si de eso dependiera que la educación fuera a mejorar.