En España, se confunde el estar en el lugar de trabajo con estar
trabajando. No sabemos apreciar el valor del tiempo, ni el nuestro ni
el de los demás. Si acabas tus tareas pronto, como mínimo tienes que
quedarte hasta que el reloj marque la hora de fichar, aunque lo normal
es quedarse mucho más, ya sea por el jefe, que todavía no ha
vuelto de la comida de negocios, por ganar puntos para el ascenso, o
porque alguien tiene que sacar el trabajo adelante y crees que ese eres tú. Mientras tanto, tus hijos esperan
durante horas a que salgas de tu equivocada rutina diaria. Solos.
Curiosamente, esa costumbre no se traduce en una mayor
productividad, sino todo lo contrario. Hay estudios que demuestran
que España es uno de los países de la Unión Europea con jornadas
laborales más largas y con una productividad más pobre. Si la media de
Europa es 100, la productividad de España se encuentra en el
83,8. Francia está en el 123, Bélgica en el 120 y Holanda en el 114,
aunque sus jornadas laborales son más cortas. Estos datos salen del Libro Verde sobre la racionalización de los horarios españoles y su normalización con los demás países de la Unión Europea, presentado ayer. Se trata de un proyecto que inició la Fundación Independiente en el año 2002 y en el que ha participado una Comisión Nacional formada por 70 instituciones de toda índole.
Su presidente, Ignacio Buqueras, quiere poner a España en hora, y
piensa que lo logrará para el 2010. Igual que nos igualamos al resto
con el euro, también tenemos que hacerlo con los horarios. Buqueras
dice que los españoles viven «excesivamente colgados del reloj»; que
les falta tiempo para «integrarse en la sociedad civil» y para
conciliar su vida personal, familiar y laboral, según publicaba ayer El Periódico de Catalunya.
La mujer es la que sale peor parada con los horarios maratonianos actuales. Por
eso suelen ser ellas las que hacen los cambios. «En IBM, que está presidida por una mujer, tienen flexibilidad de
horarios y jornada continua, y está prohibido convocar reuniones
después de las 15:00 porque a las 16:00 o a las 17:00 todo el mundo debería
estar ya fuera de la empresa.
Las grandes compañías nos escuchan, pero las pequeñas también. Muchas
PYMES creadas por mujeres se han marcado el objetivo de ser
competitivas con una jornada laboral que acabe a las 16 h», según dijo Buqueras a Laboris.net.
Las empresas no deberían enorgullecerse de tener a trabajadores
trabajando 9 o 10 horas diarias. «Es más, la empresa debería considerar
a ese tipo de empleado de forma negativa, porque define a alguien que
no sabe valorar su tiempo, que no tiene en cuenta a la familia y a la
formación personal», dice.
No se trataría de una constumbre desconocida para este país. Hasta
los años 30 nuestros horarios eran similares a los de Europa. Luego
llegaron los almuerzos largos, que tras la época de hambre eran
considerados como un signo de riqueza. El pluriempleo, por otro lado,
hizo que las jornadas de trabajo empezaran a prolongarse
indefinidamente. «La rutina ha hecho el resto hasta el punto de que a
algunas personas les parece normal trabajar hasta tan tarde y no se dan
cuenta de que es absurdo hasta que no reflexionan sobre ello», explica
este experto.
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