Ayer tampoco vino Toñi, la maestra de música de Ana. La clase la dió
su hermana, que tiene otro estilo. En lugar de hacer
hincapié en la clave de sol o en la música clásica, la hermana puede
hacerles bailar al son de un clásico Rock’&’Roll que se oye desde
el bar de la Casa de la Música, y, al final de la clase, se oye los
gritos: «¡Otra vez! ¡Otra vez!». El caso es que Toñi está pasando una
etapa especialmente dura. Me dijo hace un par de semanas que en junio
tenía los exámenes para las oposiciones a maestra de infantil, y que,
como ella es muy responsable y perfeccionista, está sufriendo una
ansiedad que no la deja vivir (vomita lo que come, …) a pesar de que
está siguiendo una medicación. Supongo que a mejor nota saque, más
probabilidad tendrá de ejercer esta profesión que tanto le gusta
cerca de su casa.
Dicho sea de paso, la maestra de Ana vive a 100 kilómetros de la
escuela. ¿Querrá eso decir que su nota era más bien bajita? La verdad
es que la encontré en Internet. Son públicas. Y sí lo era. Aunque puede que eso no quiera decir nada.
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