La perra de la foto se llama Maddie y tiene dos años. Cuando la
trajeron a casa, recién nacida, acababa también de nacer un niño en la
familia, Sammie, al que hace unos días salvó la vida. El dueño de
Maddie cuenta en Katu2.com
que empezó a hacer un extraño ladrido en lugar de obedecer la orden de
que viniese. Le estaba alertando de que su hijo se había caído al
estanque. Cuando lo encontró estaba boca arriba, bajo el agua. Lo sacó,
le realizó una reanimación cardiopulmonar, y el pequeño se salvó. Los
equipos de rescate que acudieron al lugar dicen que el perro hizo algo
más que avisar al padre porque es extremadamente raro que
alguien que se ahoga quede boca arriba. Piensan que lo más probable es
que intentara sacarlo de allí y, al no lograrlo, fuese a buscar a su
amo.
La historia anterior es contraria a la lamentable noticia del perro
que mordió mortalmente a una niña de dos años en Sitges, Barcelona,
hace una semana. El perro, de raza Akita Inu, era propiedad de la
pareja sentimental de la madre y actuó, supuestamente, por celos. Según
dijo a 20 minutos Carlos Alfonso López, asesor de terapia de conducta y
adiestramiento de El Refugio,
normalmente influye más en el comportamiento de los perros el tipo de dueño que la
propia raza. López lamentó que en España «haya colectivos a los que les
gustan los animales macarras», y explicó que la mayor parte de los
perros «potencialmente agresivos» provienen de tiendas que han comprado
los animales a mayoristas en el extranjero, donde los crían como si
fueran «gallinas» y los trasladan en camiones hacinados y sin ningún
cuidado. Es decir, que incluso los perros necesitan un buen trato y una buena educación. Parecía obvio.
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