A nuestro amigo de Nueva Caledonia
le robaron hace unos días al llegar a Madrid. Fue en el mismo
aparcamiento de una conocida empresa de alquiler de vehículos. Lo 
más triste, si cabe, es que le robó una mujer embarazada que se hizo la
desvalida. Mientras nuestro amigo trataba de ayudarla, dos compinches
de la futura madre le desplumaron sin que se diese ni cuenta. Se quedó
sin pasaporte, sin dinero, sin ropa, … sin nada. Cuando llegó aquella
misma mañana a la Embajada de su país —después de haberse pasado tres
horas sentado en una comisaría en la que no le hicieron el menor caso—
uno de los funcionarios le dijo que era el quinto en llegar por el
mismo motivo.

A mis padres les robaron ayer. Forzaron la ventana de su casa de
campo y empujaron la nevera hacia la reja. De ella sacaron todas las
viandas que pudieron, y se las comieron. Poco
después, al vecino de al lado de mi madre le reventaron el contador de
agua. Debían ser los mismos, que tenían sed. Esta nueva modalidad de
ladrones que sólo buscan comida es nueva por aquí. Y da que pensar.
Esas dos casas están en la montaña, separadas por un kilómetro de
monte.

Y, mientras, los anuncios que más se ven en la tele son esos de “Yo ya no tengo miedo porque tengo Securitas Direct”…

Bonito verano.