Dice hoy Miguel Torres, un columnista del diario gratuito Metro,
que ahora hay niños por todas partes, que España se ha convertido en un
gigantesco parque infantil y que, en parte, es debido al nuevo tipo de
padre, que, según él, cambia los pañales de los bebés mientras su mujer
sigue enfrascada en la conversación en la terracita del bar. Esta es su
opinión:

Son
muchos los fenómenos que definen a la actual sociedad, pero uno de los
más característicos es el de la masiva presencia infantil en todos los
sitios. Con la vuelta al colegio es momento de reflexionar sobre este
protagonismo absoluto que tienen los niños en la vida española. Aún
tenemos reciente en la retina del verano la invasión infantil, a todas
horas, en las más variadas zonas de ocio y esparcimiento, en
restaurantes y paseos, condicionando la existencia de los mayores.
Todos hemos visto a los pequeños dormidos en extrañas posturas, a altas
horas de la noche, mientras sus padres prosiguen la dilatada sobremesa
nocturna, o corretear los más despiertos entre las mesas, o deambular
de la mano de sus progenitores en horario prohibido para los pequeños
en años aún recientes. La falta de servicio doméstico interno, la
incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera de casa, el propósito
de los padres de no renunciar a las salidas nocturnas y la relajación
de una disciplina que mandaba a los niños a la cama a unas horas que ya
son sólo tema de una canción infantil televisiva han operado un cambio
sustancial en los comportamientos sociales de los que se deriva esa
pleamar infantil.

El fenómeno va unido al del nacimiento de un
nuevo tipo de padre que dedica al cuidado y atención del hijo mucho más
tiempo que muchas madres. Es cada vez más frecuente ver cómo el hombre
se ocupa del biberón del pequeño o corre a la zona de servicio para
cambiar los pañales, mientras su pareja femenina sigue absorta en la
conversación. Es la antítesis de aquel padre serio, distante y
malhumorado que vivía instalado en el ejercicio del machismo. Son
síntomas claros de un cambio, no sé hasta qué punto mayoritario o
minoritario, en el que el hombre adquiere cada vez más protagonismo
doméstico, mientras que la mujer está dispuesta a disfrutar de las
conquistas igualitarias. Con esta colaboración masculina se hace más
llevadero ese peregrinaje familiar nocturno que en verano lo llena
todo.

Como resultado de todo esto, el niño vive en el mejor de
los mundos y obtiene, sin tiempo para desearlos de verdad, todos los
caprichos. Cuando éramos niños habíamos de desear muchos años, y a
veces sin resultado, la bicicleta y los patines. Ahora los tienen todos
aún antes de estar en edad de poder usarlos, y acompañados por toda
suerte de juguetes, incluidos, por supuesto, los de avanzada
tecnología, en una catarata que hace prácticamente imposible su
asimilación o entusiasmo por parte de los pequeños. España se ha
convertido en un gigantesco parque infantil.