Angela Merkel va a coronarse como la primera mujer canciller de Alemania.
La describen como una académica reservada, fría, que no tiene carisma, que no
es elocuente, e incluso
se han mofado de su apariencia. Sin embargo, Merkel ha tenido un buen
entrenamiento desde niña para conseguir sus objetivos sin hacerse notar. Nació el 17 de julio de 1954 en Hamburg, pero
cuando tenía tres semanas de vida la familia se trasladó a la Alemania
del Este. Primero a Quitzow, un pueblo de 300 habitantes, y, tres años
después, a Templin.

En ese estado ateo, nadie miraba con los mismos ojos a la hija de un
párroco que a los «hijos de los trabajadores». Por ello, Herlind, su
madre —una profesora de inglés y latín que no pudo ejercer porque al
ser esposa de un pastor no tenía derecho a trabajar en el sistema de
enseñanza público— le repetía hasta la saciedad a su hija una serie de
consejos: el primero era que pasara inadvertida, que fuese poco
llamativa, que nunca «perdiera los papeles». El segundo, que se
guardara sus opiniones para ella. Y el tercero, que tenía que ser mejor
que los demás porque, de lo contrario, no podría estudiar en la “ciudad
de los obreros”. Y eso fue lo que Angela hizo.

En una reciente biografía de Angela
escrita por Gerd Langguth, catedrático de Economía Política en la
Universidad de Bonn, muchos de los entrevistados la recuerdan como una
chica tímida. Un antiguo profesor dijo que era una «alumna ideal» que
sacó
notas excelentes en casi todas las asignaturas (menos en deporte).
También cuentan que no era la típica empollona  y que solía dejar
los apuntes a sus compañeros. La propia Angela Merkel recuerda que todo
en su infancia era una lucha, «una batalla para no llamar la atención y
una batalla para ser un poco mejor que los demás».  

Angela estudió físicas en la Universidad de Leipzig porque las
ciencias estaban menos controladas por el régimen que las Humanidades.
Y se casó dos
veces, la primera con Ulrich Merkel, un colega físico de su misma
Universidad, del que conserva su actual apellido (no se sabe por qué
motivo). Y la segunda, con Joachim Sauer, catedrático de Química
Cuántica
en la Humboldt-Universität de Berlín. No tiene hijos.

Jana Hensel, autora del libro After the Wall: Confessions From an East German Childhood and the Life That Came Next, se preguntaba en el New York Times,
si esta demócrata cristiana será capaz de unir una Alemania que, aunque
está reunificada, todavía está dividida en la mente de sus habitantes y
en la economía. También se cuestiona qué beneficios puede reportar esta física de 51
años sin hijos a las mujeres alemanas que todavía anteponen los hijos
a la carrera profesional, un tema que nada tienen que ver con su propia vida.

Sin embargo, su viaje desde la casa de un pastor protestante en la
Alemania comunista hasta la cumbre política alemana como jefa de un
partido cristiano y predominantemente masculino ha dejado a todos en
ascuas. Los analistas políticos están esperando ver qué más es capaz de
hacer esta mujer.