Fernando Savater fue mi vecino cuando vivía en Madrid. Me contaron
que el piso era de sus padres y que vivía en él desde que se separó de
su mujer. Algunas veces me lo encontré esperando el ascensor, y también
a sus guardaespaldas, que le acompañan siempre desde que está amenazado
por ETA. Quizás por esto último me ha sorprendido de forma especial lo que escribe
hoy en El País, con motivo del Debate: ¿Prohibiría por ley el castigo físico a los niños? Sabater lo ha titulado: ¡Te daba así! y dice:

«Ninguna bofetada sustituye a la persuasión, pero alguna -en la ocasión
y el momento adecuados- puede servir de aldabonazo para que las razones
persuasivas sean mejor atendidas.»

Este filósofo y profesor de ética acaba su artículo con este relato:

«Les cuento un caso vivido: sesión de tarde en un cine de estreno, en
San Sebastián. Un machito de unos doce años martiriza groseramente a la
niña que le acompaña, a la que entre bromas y veras le está dando una
auténtica paliza. Los adultos circunstantes miran con embarazo y
comentan con desagrado, pero no mueven un dedo. Hasta que una señora
joven y bien plantada se levanta y le arrea un sopapo al botarate,
diciendo enérgicamente: “Eso, para que aprendas que siempre habrá
alguien más fuerte que tú”. A partir de ese momento, paz en la platea.
No, claro que no se debe pegar a los críos. Casi nunca.»