El limbo es, según una tradición católica que nació en la Edad
Media, un espacio entre el cielo y el infierno que se ha ido llenando
de niños. Al limbo iban a parar los pequeños que morían antes de ser
bautizados. Ahora, una Comisión Teológica Internacional ha decidido
enviarlos al paraíso, gracias a la “infinita misericordia de Dios”.

Dicen que el asunto del limbo preocupaba especialmente el anterior
Papa, Juan Pablo II. Cuando tenía nueve años, su madre murió al dar a
luz a una niña que nació muerta. Desde entonces, Karol Wojtyla no dejó
de preocuparse por el destino del alma de su hermana fallecida.