El lunes pasado, en el comedor de Infantil del nuevo cole
sirvieron el siguiente menú: ensalada+ paella de carne y verduras+
loncha de queso york y chopped + fruta. El martes: ensalada+ lentejas
estofadas+ pollo en pepitoria+ helado. El miércoles: ensalada+
risotto de champiñones+ pechuga de pavo en salsa española+ fruta… Hoy
le he preguntado qué han comido. La respuesta ha sido: macarrones con
salchichas. La escuela ha decidido “simplificar” el menú de infantil
porque dicen que en septiembre hubo muchos niños que no comían esos
platos “tan elaborados”.
El caso es que la maestra dice que en la clase de Ana «casi todos
los niños comen bien, y que el que no come bien no lo hará aunque cambien
el menú». Esos que no comen bien suelen ser niños de procedencia
holandesa o alemana, acostumbrados a otro tipo de dieta, que lloran a
lágrima viva al encontrarse una hoja de lechuga cruda en su plato. Es
lo que contaba una madre un día.
Desde que empezó el cole, hace casi un mes, Ana ha repetido diariamente lo rica
que era la comida (salvo el día del mero al horno). Pero la semana pasada me llegaron los rumores de la
lamentable noticia. Encontré en su cubículo al responsable del comedor,
un alemán que se había dedicado anteriormente al catering
para adultos y que ahora está aprendiendo
un mundo nuevo: la alimentación para niños. Me
enseñó el nuevo menú (salchichas, hamburguesas, pizzas,…). «¿No te
gusta?», preguntó. «¿Muchas madres me han pedido este tipo de comida»,
añadió encogiéndose
de hombros.